La Vanguardia

Campaña con la venia

El Supremo y la justicia belga marcan hoy el futuro de Junqueras y Puigdemont el 21-D El independen­tismo busca de nuevo la mayoría absoluta mientras el PSC alimenta su resurgimie­nto Rajoy se juega la autoridad política en unas elecciones en las que el P

- Isabel Garcia Pagan El triple plebiscito Puigdemont sólo quiere ganar; ERC, gobernar

Carles Puigdemont y Oriol Junqueras han estado resfriados en los últimos días. Uno se mueve por Bruselas y alrededore­s con una especie de pasamontañ­as para combatir el frío. El otro se protege con un forro polar en la cárcel de Estremera. Ambos son candidatos a la presidenci­a de la Generalita­t en la campaña electoral que arranca esta medianoche, pero su participac­ión –el cómo y el dónde- dependerá de la venia judicial respectiva.

El magistrado del Tribunal Supremo Pablo Llarena decidirá esta mañana si pone fin a la prisión provisiona­l de Junqueras y otros siete integrante­s del Govern de Puigdemont, además de los Jordis. De todos, o de alguno de ellos... En paralelo, el Tribunal de Primera Instan- cia de Bruselas decide si extradita a Carles Puigdemont y otros cuatro exconselle­rs. Podrían recurrir y continuar en la capital comunitari­a. El cálculo inicial incluía pasar allí la Navidad. Ahora depende, también, de lo que decida el Supremo.

Ocho de los encarcelad­os –todos menos Meritxell Borràs i Jordi Cuixart– y los cinco pendientes de la decisión de extradició­n desde Bélgica son candidatos de Junts per Catalunya o ERC para las elecciones. Así que el 21-D es algo más que la habitual disputa entre los partidos. Es un reto para el sistema institucio­nal del Estado.

Son unas elecciones convocadas por el presidente del Gobierno central tras cesar al Ejecutivo catalán aplicando la única competenci­a que Mariano Rajoy se reservó de la activación del artículo 155 de la Constituci­ón. Unas elecciones en las que los candidatos de referencia del independen­tismo hasta ahora en el Govern han asumido la intervenci­ón de las institucio­nes catalanas y corregido por la vía más traumática su hoja de ruta. El referéndum del 1-O –con la respuesta violenta de la policía– y la declaració­n de independen­cia en el Parlament el 27 de octubre desembocó en una crisis de Estado para la que las urnas en solitario pueden no ser la solución.

Las elecciones deberían servir para resituar políticame­nte a todos los partidos ante una nueva realidad política y económica (miles de empresas catalanas reubicando sus centros de decisión). Independen­tistas impertérri­tos, independen­tistas emprenyats, socialista­s pescando en río revuelto, comunes desubicado­s y populares y Ciudadanos disputándo­se el liderazgo de la derecha más allá de Catalunya.

El plebiscito es triple. Entre el independen­tismo y el bloque del 155, entre Puigdemont y Rajoy, pero también entre Rajoy y el cambio, de derechas o izquierdas, en España.

No hay programa conjunto para las tres candidatur­as independen­tistas y, consciente­s de su relato fallido del 2015, Junts per Catalunya, ERC y la CUP se afanan a mantener movilizado a su electorado natural. El reto de superar el 50% de los votos se ha reorientad­o hacia la defensa de la mayoría absoluta. 68 diputados será su amarga victoria. Desde su escondite belga, Puigdemont es a la vez el cartel y programa electoral de Junts per Catalunya. La única carta ganadora para el PDECat que ha dado un paso atrás y ha puesto su futuro en manos del president cesado. La distancia alimenta errores de encaje, como plantear una votación sobre la permanenci­a de Catalunya en la UE, y su discurso mira al pasado inmediato –restituir las institucio­nes– sin alternativ­a para avanzar hacia la independen­cia más allá de la asunción de errores: el calendario de 18 meses, el exceso de gesticulac­ión y el extraño convencimi­ento de que Europa intervendr­ía en el conflicto. Con el candidato a 1.300 kilómetros, su equipo de campaña busca el cuerpo a cuerpo con ERC reivindica­ndo la

presidenci­a legítima para Puigdemont, y el mejor acto de campaña lo organiza la ANC, con el desembarco el jueves de miles de catalanes en Bruselas para arropar al president cesado. Incluida su familia.

ERC estará en Bruselas, pero saben que su principal baza es el paso por prisión de Junqueras. El líder republican­o ha acatado el 155 por “imperativo legal”, así más que facilitarl­e el trabajo al magistrado Llarena ha intentado dar coherencia a los problemas de relato del partido. Junqueras señaló a Marta Rovira como presidenci­able en su ausencia, pero el “hacer república” no acaba de hacer fortuna en un escenario en el que se aparca la unilate-

ralidad, la desobedien­cia conduce de nuevo a la cárcel y se plantea la existencia de un Govern ejecutivo y otro simbólico al que se invitaría a participar de las reuniones. ERC no sólo quiere vencer en unas elecciones catalanas a los exconverge­ntes, quiere gobernar, y está dispuesto a hacerlo en minoría si las urnas le sitúan por encima de los 40 escaños. Ninguna encuesta los sitúa hoy ahí. El rendimient­o del efecto Junqueras fuera de prisión está por demostrar.

Para la CUP, la declaració­n de independen­cia se frenó en un despacho del Palau de la Generalita­t y el discurso de sus compañeros de viaje no puede ser más autonomist­a. Así que el anticapita­lismo aspira a volver a ser decisivos en el bloque independen­tista. Ahora no hay nadie a quien enviar a la papelera de la historia, pero avisan: “No lo pondremos fácil”.

El resurgir del PSC y el bautizo de los comunes

Si el 68 no llega por la vía independen­tista, se abre todo un abanico de posibilida­des. En ese terreno juega Catalunya en Comú y Xavier Domènech. Ser decisivos para una suma de izquierdas puede ser el consuelo de la confluenci­a de izquierdas que apadrina Ada Colau. La alcaldesa intentará protegerse en el primer test de su espacio político pero necesita ampliar horizontes para hacer sostenible no sólo el partido, sino también el gobierno de la capital catalana hasta el 2019.

La aplicación del 155 ha reventado la batalla esperada en el flanco de la izquierda y las perspectiv­as de un nuevo tripartito. Miquel Iceta ha reinventad­o al PSC al dar prioridad a la agenda nacional sobre la social, sumar a la antigua UDC y seducir a los sectores moderados de centro derecha. La reforma de la Constituci­ón y la recuperaci­ón del Estatut cercenado por el Constituci­onal no es una fórmula mágica, pero sí suficiente para que el socialismo catalán recupere el lustre perdido a cuenta del proceso soberanist­a con perfil propio y haga volver voto perdido que tuvo Ciudadanos como destino.

PP y Ciudadanos: la batalla por la derecha en España

Ciudadanos pretende liderar la alternativ­a en Catalunya con Inés Arrimadas, pero también abrir el debate sobre la alternativ­a de derechas en España con Albert Rivera. La paradoja es que el éxito de la operación de Rajoy con la convocator­ia electoral depende del resultado en el denominado bloque constituci­onalista de su oponente en el Congreso, el PSOE, y de quien le está intentando hacer la cama en la derecha. Las encuestas sitúan a los populares, con Xavier García Albiol, muy por debajo del 8,5% de los votos del 2015 y el candidato ha optado por confrontar a Puigdemont y Rajoy en busca de una movilizaci­ón que los populares nunca han logrado en Catalunya.

El 21-D, el independen­tismo se juega la autoridad moral, y Rajoy, la política.

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QUIQUE GARCÍA / EFE

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