Menor crecimiento y retos aparcados
LOS cuatro años que llevamos de recuperación económica no se han aprovechado en España para trabajar en las bases de un nuevo modelo productivo que apostase más por la innovación y por un mayor valor añadido. La intensa creación de empleo que se ha dado se ha producido sobre la base de una competitividad basada en sueldos bajos, ajustes salariales y empleos temporales.
A la ausencia de una subida de los salarios en términos reales se suma la estabilización de la tasa de ahorro, que ha llegado a sus niveles más bajos de los últimos diez años. Ambos factores debilitan ligeramente el consumo de las familias como motor del crecimiento, en un escenario en que los otros estímulos para la actividad económica también pierden fuelle. Este es el caso del precio del petróleo, que continúa en una senda alcista, tras los acuerdos para mantener el recorte de la producción, el inicio de la retirada de los estímulos monetarios del Banco Central Europeo y la revalorización del euro. La mejora de la coyuntura internacional, sin embargo, hará que las exportaciones mantengan un buen comportamiento. El motor turístico, por su parte, está ya al borde de su máximo potencial.
El conjunto de los factores citados provocará que el crecimiento del producto interior bruto (PIB) para el año próximo, según todas las previsiones, sea inferior al 3,1% con el que se espera acabar este año. El Gobierno había previsto un crecimiento del 2,6%. Pero el factor Catalunya, a causa de la incertidumbre política que ha suscitado, ha debilitado la confianza, ha paralizado decisiones de compra y de inversión, y puede provocar que el crecimiento económico sea menor. El Ministerio de Economía ha rebajado las previsiones, de acuerdo con numerosos analistas, hasta el 2,3%. Pero si la tensión política y la incertidumbre sobre la independencia se cronificasen a partir del 21-D, el impacto negativo sobre el crecimiento de España, y especialmente de Catalunya, sería mucho mayor. De momento, sin embargo, sobre la base de la citada previsión, parece factible cumplir con los objetivos de reducción del déficit público hasta el 2,2% del PIB y reducir la tasa de paro hasta el 15,3%, aún muy alta, pero que contrasta con el 26% a que se llegó en los peores años de la crisis.
El problema adicional del factor Catalunya, al margen de una eventual independencia que la aplicación del artículo 155 de la Constitución ha abortado, es que centra todo el debate político y olvida otras cuestiones económicas fundamentales para garantizar un futuro de progreso y bienestar. Ello sucede tanto en la propia Catalunya como en el resto del Estado,
Además de la necesidad de articular un adecuado encaje de Catalunya en el conjunto del Estado, y de la aprobación de un nuevo sistema de financiación autonómico, faltan consensos clave para la economía sobre aspectos tales como la revisión de la reforma laboral, el problema de las pensiones, la mejora de la educación, la política energética, la reindustrialización del país y el necesario impulso a la política de investigación, innovación y desarrollo, unido a la puesta en marcha del proceso de digitalización, del que depende la competitividad presente y futura. Del programa de reformas aprobado por el Gobierno y remitido en su día a la Unión Europea, por lo demás, no se ha vuelto a hablar. Todo ello es igualmente fundamental para Catalunya, que, al margen de las tensiones políticas, debe priorizar la voluntad de recuperar el liderazgo económico que siempre le ha caracterizado.