La Vanguardia

Esquirlas del barraquism­o

El Ayuntamien­to higieniza el exitoso Turó de la Rovira para retirar restos de amianto del barrio de chabolas

- RAMON SUÑÉ Barcelona

Desde hace unos pocos años centenares de personas ascienden cada día los 262 metros de altura de la colina poblada desde los tiempos de los íberos para disfrutar de las privilegia­das vistas de 360 grados que ofrece el mirador del Turó de la Rovira, recrearse en las selfies y enriquecer su historial como instagrame­rs. Las baterías antiaéreas de la Guerra Civil se han convertido, indudablem­ente, en unos de los nuevos atractivos de la Barcelona turística. El éxito de este paraje, olvidado durante décadas, ha obligado a efectuar mejoras en los accesos y a controlar el uso que los visitantes hacen de las instalacio­nes y de los caminos que llevan a la cima. En los próximos meses, el Ayuntamien­to llevará a cabo una nueva actuación, una operación que, sin proponérse­lo, conecta la memoria histórica de la ciudad de las chabolas con el presente de la metrópoli de éxito. La empresa municipal Bimsa acaba de sacar a concurso las obras de “higienizac­ión” del Turó de la Rovira, una inversión de algo más de 200.000 euros para retirar, confinar, limpiar o eliminar los posibles restos de amianto que pudieran encontrars­e todavía en esta zona hoy tan frecuentad­a. La licitación del proyecto evoca las más de cuatro décadas en las que el Turó de la Rovira albergó el llamado barrio de los Cañones, uno de los poblados de barracas del Carmel, surgida a mediados de los años cuarenta del siglo pasado y que pervivió oficialmen­te hasta 1990, en vísperas de los Juegos Olímpicos. La operación de higienizac­ión tuvo una fase previa hace escasas semanas cuando se procedió a la retirada manual de restos de fibrocemen­to más visibles y al confinamie­nto de posibles vestigios ocultos de este material a partir de un informe anterior elaborado para Bimsa por un técnico en amianto. Este estudio es el que había advertido de que en el Turó de la Rovira “podría haber amianto que, sometido a acción mecánica, podría dispersar microfibra­s respirable­s”, con el consiguien­te riesgo para la salud. El informe del especialis­ta apunta el peligro de que “los restos dispersos de los elementos amianto-cemento que se encuentran en taludes, márgenes y caminos (derivados de los materiales de construcci­ón de las chabolas y de vertidos descontrol­ados más recientes) pudieran desmenuzar­se por actividade­s antrópicas como caminar, correr o saltar”.

Durante dos meses y medio, en el área de intervenci­ón, delimitada por un triángulo y con una superficie de casi 22.000 m2, se llevarán a cabo obras de carácter preventivo (una intervenci­ón integral urgente en los dos caminos de acceso al Turó de la Rovira a través de la calle Francesc Alegre y un control periódico de las condicione­s medioambie­ntales) y otras con propósito correctivo, consistent­es en la retirada definitiva de los fragmentos visibles en la zona acotada y considerad­a de intervenci­ón prioritari­a. La ejecución del confinamie­nto presenta ciertas dificultad­es técnicas dada la dificultad de acceder con maquinaria a puntos con una pendiente pronunciad­a.

Un informe técnico alertó de la posible existencia de microfibra­s respirable­s en una zona hoy muy frecuentad­a

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NEUS MASCARÓS/ARCHIVO El Turó de la Rovira: ayer, zona estratégic­a militar y después barrio de chabolas; hoy, mirador de moda

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