Brillo liberador
En 1971, Pau Riba y su esposa Mercè Pastor (ya fallecida) abandonaban Barcelona para instalarse en Formentera, con el objetivo de llevar a la pràctica la utopía hippy: adiós civilización, hola naturaleza. Allí nació el primer hijo de la pareja, Pauet, y también uno de los discos más geniales de la música moderna catalana: Jo, la donya i el gripau.
Cuarenta y seis años después, Pau Riba compareció en Gràcia reivindicando de nuevo el cancionero de aquel álbum, tarea en la que le asistió una joven banda formada por Mau Boada (guitarra), Joan Jsu Soler (bajo y juguetes), Maus (molinillo de guitarras, banjo, imanes y otros cachivaches) y el pequeño del clan, Llull Riba, a la batería.
Ha llovido mucho desde los días de Formentera, sí, pero lo relevante es que los temas de Jo, la donya i el gripau siguen teniendo el brillo liberador del primer día. Si no, que se lo digan a Sisa, presente entre el público, al que se pudo ver puesto en pie y desatado cuando la banda interpretaba la gloriosa Donya mixeires...
Fue uno más de los muchos detalles significativos de la noche, que empezó su andadura con una espléndida lectura de la tradicional La lluna, la pruna. La extraordinaria Mel puntuó pero que muy alto, sazonada en esta ocasión con un sutil platillo acróbata. Poco después, la trascendente
Ora Catalina cautivó al personal con su mediterraneidad lisérgica. En las postrimerías de la sesión, la cosa derivó por embates poderosos y felices, empezando por Mama, nen, continuando con
L’avioloncel y culminando con la telúrica Dansa de la terra, ya con los asistentes completamente inmersos en el trip Riba, siempre al filo de lo imprevisible.
Como colofón ideal, una tanda de bises formada por Al matí just a trenc d’alba –el tema seminal de la psicodelia catalana– y Taxista, el primer tema publicado por Pau Riba hace exactamente medio siglo. Excelsa noche.