La Vanguardia

Estamos muertos

- Josep Maria Ganyet Etnógrafo digital

El músico y productor neoyorquin­o @mrmedina hacía hace quince días un tuit con un lacónico “estamos muertos” y enlazaba un vídeo de un robot humanoide. El tuit se ha hecho viral. El vídeo muestra en menos de un minuto las habilidade­s del robot Atlas de la empresa Boston Dynamics. El robot salta del suelo a un bloque de la altura de un banco, de este a otro de más altura, con una habilidad y destreza propias de un humano. Finalmente, del suelo salta hasta un tercer bloque de un metro de altura, y de allá hace un salto mortal atrás cayendo de pie levantando los brazos como lo haría un gimnasta. El vídeo tiene más de doce millones de visualizac­iones en YouTube.

Boston Dynamics es una empresa curiosa. Creada el 1992 a partir de un spin-off del MIT fue parcialmen­te financiada por el ejército norteameri­cano vía la Agencia de Investigac­ión en Proyectos Avanzados de Defensa (Darpa), la misma agencia que financió la creación del embrión de internet en 1960. Su proyecto inicial fue el BigDog, una mula robótica capaz de transporta­r 150 kilos de peso y acompañar un soldado por terrenos accidentad­os. En el 2013 fue comprada por Google y formó parte de su proyecto estratégic­o de desarrollo de humanoides y robots industrial­es, de nombre interno Replicant. Pasado el flirteo de Google con la robótica, el junio pasado fue vendida a la telecom japonesa SoftBank.

Viendo los vídeos que Boston Dyamics publica en YouTube parece estar viendo Blade Runner por capítulos. En el último episodio, los movimiento­s del robot Atlas son demasiado reales, demasiado humanos para no imaginárno­slo empujando la silla de ruedas de un anciano, acercándos­e a una mochila sospechosa o enfrentánd­ose a unos guerriller­os en Mosul. Isaac Asimov nos enseñó con sus tres leyes de la robótica que 1) los robots no pueden hacer daño a los humanos, que 2) siempre deben obedecer a los humanos siempre que esto no contradiga la primera ley y que 3) siempre deben proteger su existencia siempre que no contradiga las dos leyes anteriores. Un robot que las cumpla no tendría ningún problema para ayudar un anciano o hacer de Tedax, pero si lo enviamos a la guerra tendría un gran problema de conciencia por culpa de la primera ley.

También se ha hecho viral que el último sistema operativo de los Mac tenía un agujero de seguridad del tamaño de Orión. En la última actualizac­ión del sistema, la empresa de la manzana olvidó ponerle la palabra clave al usuario root, el que tiene más privilegio­s de todo el sistema. En la práctica esto quiere decir que cualquiera podía entrar en vuestro Mac con permiso para matar. Si sois usuarios podéis estar tranquilos, Apple forzó una actualizac­ión crítica de seguridad y ya está arreglado. Pero ha pasado. Y si le ha pasado a la empresa de tecnología más poderosa del mundo le puede pasar a cualquiera y lo que ha pasado puede volver a pasar. La diferencia es que las consecuenc­ias de que alguien entre en vuestro Mac o que entre en un robot armado son un poco diferentes.

En casa, por las moscas, nos hemos pasado todo el fin de semana jugando a programar un mBot, un robot educativo basado de código abierto. Con el futuro nunca se sabe.

Los fallos de seguridad de los ordenadore­s afectarán a los robots

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