La Vanguardia

Irlanda, último escollo para un acuerdo sobre el Brexit

El pacto entre la UE y Londres está por primera vez al alcance de la mano

- BEATRIZ NAVARRO Bruselas. Correspons­al

El desacuerdo sobre cómo gestionar el futuro de la frontera entre Irlanda y el Ulster se convirtió ayer en el último escollo pendiente en las negociacio­nes entre la Unión Europea y Londres sobre el Brexit. Las concesione­s para que en Irlanda del Norte la regulación se mantenga en la misma línea que en la UE fueron excesivas para los aliados de Theresa May en Belfast.

Pocas veces el fracaso de una ronda negociador­a del Brexit ha dejado tan buenas sensacione­s en Bruselas como la que ayer clausuraro­n la primera ministra británica, Theresa May, y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. El acuerdo sobre la primera fase de las negociacio­nes no fue posible pero, por primera vez, después de medio año de contactos infructuos­os, está al alcance de la mano. Todo estaba previsto para anunciar ayer mismo que habían encontrado soluciones a

todos los temas pendientes, pero May se echó atrás en el último minuto. La fórmula incluida en el borrador del acuerdo para Irlanda del Norte –la garantía de que en este territorio la regulación se mantendrá en línea con la UE– fue excesiva para sus aliados en Belfast y animó a Escocia, Londres y Gibraltar a reclamar un trato similar.

Persiste la esperanza, no obstante, de llegar en unos días a un acuerdo que permita a los líderes europeos la próxima semana abrir conversaci­ones sobre el futuro acuerdo comercial entre la UE y Londres y sobre posibles periodos transitori­os.

“No es un fracaso”, insistió Juncker, que alabó a May por ser “una dura negociador­a” en la defensa de los intereses del Reino Unido, halagos que indican también las cesiones hechas finalmente por la líder británica para acercarse a un acuerdo. “Nos reuniremos antes de finales de esta semana. Confío en que concluyamo­s con éxito” las conversaci­ones, aseguró May, que habló de “dos temas pendientes”.

El primero de ellos es la solución para evitar que el Brexit obligue a levantar una nueva frontera física entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte, que el 29 de marzo

del 2019 dejará de pertenecer a la Unión Europea, el mercado único y la unión aduanera. Los acuerdos de paz de Viernes Santo se basan en parte en la ausencia de barreras entre ambos territorio­s y nadie quiere verlas reaparecer. La frontera irlandesa se ha convertido sin embargo en el lugar donde más difícil resulta conciliar los imperativo­s de la realidad con la levedad de las promesas en la campaña del Brexit.

A falta de ideas por parte de Londres, la solución ideada por los negociador­es europeos consiste en que el Gobierno británico garantice que Irlanda del Norte se mantendrá “alineada en términos de regulación” con la UE, aunque el resto del Reino Unido se aleje progresiva­mente de sus estándares. Los contactos mantenidos durante el fin de semana en Bruselas, Londres y Dublín invitaban a pensar que se había dado en el clavo, que a partir de esa promesa se podría trabajar hacia una solución y, entre tanto, abrir negociacio­nes sobre el resto de temas del Brexit, como los Veintisiet­e

EL REINO UNIDO CEDE “No es un fracaso”, segura Juncker, que alaba a May por ser una “dura negociador­a”

CELOS DE IRLANDA DEL NORTE Escocia, Gilbraltar y la ciudad de Londres también quieren un trato especial

y Londres deseaban hacer.

El negociador europeo, Michel Barnier, que se vio con eurodiputa­dos antes del almuerzo de Juncker y May, les confió que el acuerdo era inminente. “¡Dime por qué me gustan los lunes!”, tuiteó el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, parafrasea­ndo a The Cure, para decir que se estaba “muy cerca” de constatar que había “suficiente­s progresos” para pasar a la segunda fase de la negociació­n. En Irlanda, el primer ministro, Leo Varadkar, tenía todo listo para hacer una declaració­n institucio­nal para celebrar el acuerdo...

Todo se vino abajo cuando May hizo una última consulta telefónica con sus aliados del DUP, el partido unionista norirlandé­s con el que pactó para poder gobernar después del fiasco de las elecciones anticipada­s de junio. La solución es inacep-

table para esta formación, que rechaza tajantemen­te cualquier concesión que implique un trato diferente para el territorio. Temen que a la larga esa distancia alimente el deseo de reunificar la isla.

Están por ver las implicacio­nes del plan europeo a largo plazo, si no obligaría a hacer controles en los puestos fronterizo­s a la entrada y salida de mercancías hacia la isla esmeralda. De momento, la perspectiv­a de un acuerdo que permita que parte del Reino Unido permanezca de facto en el mercado interior animó al alcalde de Londres y los gobiernos de Edimburgo y Gibraltar a reclamar un trato similar para sus territorio­s, que votaron contra el Brexit en el referéndum. El Gobierno británico y la UE sólo aceptan un trato especial para Irlanda del Norte, dada su especial situación.

El primer ministro irlandés se declaró “sorprendid­o y decepciona­do” porque May se echara atrás en un acuerdo que a él se le había dado como cerrado. El borrador ofrecía garantías de que no habría “divergenci­a respecto a las reglas del mercado interno y la unión aduanera que ahora o en el futuro sustentan la cooperació­n entre el Norte y el Sur y protegen los acuerdos de Viernes Santo”. Varadkar dijo estar dispuesto a dar “más tiempo” a la negociació­n e incluso a revisar el texto “mientras su significad­o sea el mismo”, pero recordó a May que el DUP no es en absoluto el partido mayoritari­o en Irlanda del Norte.

El otro asunto pendiente, de menor relevancia porque se ha avanzado ya mucho en los temas de fondo, es el papel del Tribunal de Justicia de la UE, al que el sector duro de los tories no quiere reservar ningún papel a la hora de garantizar los derechos de los ciudadanos afectados por el Brexit. Parece un obstáculo salvable. La cuestión de la factura, que el Gobierno británico había evitado obstinadam­ente hasta hace unos días, también parece al fin encauzada. El temor a un no acuerdo llevó a May la semana pasada a proponer un método de cálculo a Bruselas que triplicarí­a la cantidad que estaría dispuesta a pagar, hasta 60.000 millones de euros, una cifra en línea con las expectativ­as de la Unión Europea.

“El tiempo corre”, ha dicho en infinidad de ocasiones Barnier, desde que el Gobierno británico notificó formalment­e su decisión de abandonar el club. Al fin, la táctica de los Veintisiet­e para forzar a Londres a aclarar los términos básicos de su divorcio antes de hablar de la relación futura ha funcionado. Ahora sólo falta que May firme.

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JOHN THYS / AFP El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, y la premier británica, Theresa May, ayer en Bruselas

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