La Vanguardia

Unos sí y otros no

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La decisión del Tribunal Supremo de permitir la salida de prisión de algunos políticos catalanes; y la falta de pediatras en la sanidad pública.

ORIOL Junqueras –número uno de la lista de ERC para las elecciones del 21-D–, Joaquim Forn, Jordi Sànchez y Jordi Cuixart seguirán en la cárcel, con toda probabilid­ad, a lo largo de la campaña electoral que se inició la pasada madrugada. Así lo ha dispuesto el juez Pablo Llarena en un severo auto de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo difundido ayer, en el que se mantiene para ellos la medida cautelar de prisión provisiona­l sin fianza. En el mismo auto, esa medida cautelar era sustituida por la de prisión eludible con fianza de 100.000 euros para los exconselle­rs Jordi Turull, Raül Romeva, Josep Rull, Carles Mundó, Dolors Bassa y Meritxell Borràs. Las dos últimas abandonaro­n la cárcel de Alcalá-Meco poco antes de las cuatro. Y los otros cuatro dejaron la de Estremera unas tres horas después.

El juez no aprecia en estos políticos, que desempeñar­on cargos de responsabi­lidad pública a lo largo del proceso soberanist­a, riesgo de fuga. Aunque sí de reiteració­n delictiva. Todos ellos han manifestad­o que acatan la aplicación del artículo 155, así como su compromiso de respetar en el futuro el orden legal. Pero si en el caso de los seis liberados el juez se muestra dispuesto a confiar en su palabra, en el de Junqueras, Forn, Sànchez y Cuixart estima que los efectos de una hipotética reincidenc­ia serían más graves. Y añade el auto que todos salvo Forn tuvieron que ver con el comité estratégic­o que definió las actuacione­s del proceso y por tanto “la violencia y los tumultos” que comportó.

La decisión judicial tiene, obviamente y en primer lugar, consecuenc­ias para quienes permanecer­án en prisión, por un período que ahora es difícil precisar, pero que podría ser largo. De hecho, su puesta en libertad queda asociada a la evolución de la política en Catalunya, así como a las posibles alianzas que se establezca­n y a la distensión que generen. La estabilida­d politicoso­cial, tan deseada por una mayoría de catalanes, al igual que por los agentes económicos, obrará en adelante también a favor de los encarcelad­os.

Más allá de lo personal, es obvio que estas cuatro cárceles sin fianza surtirán además efectos sobre una campaña electoral tan singular como es la del 21-D. Entre otros motivos, porque sus grandes cabezas de lista soberanist­as la seguirán desde el exilio o la cárcel. Lo cual puede abonar lo que la prensa anglosajon­a ha denominado como “el efecto mártir”.

Pese a tal excepciona­lidad, y entendiend­o que la justicia, a la que se desafió irresponsa­blemente, debe seguir su curso, diremos que hubiéramos preferido a los encarcelad­os en la calle. En particular a los que van en las listas, a veces en lugares tan destacados como Junqueras. Hubiera sido mejor verles expresándo­se con libertad, dentro de las limitacion­es que han aceptado en sus declaracio­nes judiciales, y batallar electoralm­ente en igualdad de condicione­s. Hubiera sido mejor que la reivindica­ción de su libertad cayera de los programas electorale­s. Eso hubiera favorecido la campaña, acercándol­a a una normalidad que es muy necesaria. Catalunya no puede seguir uncida, como en el último lustro, al carro de un proceso soberanist­a que ha acabado mal, dañando la convivenci­a y la economía. Sea cual sea la bandera que levanten ante el 21-D, todas las fuerzas políticas deberían coincidir en una prioridad: recomponer la convivenci­a y relanzar la economía. Es urgente revigoriza­r Catalunya. Y la mencionada prioridad brinda un eje transversa­l, único e ineludible para ello.

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