La Vanguardia

Indolencia gubernativ­a

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Jordi Amat escribe: “Podemos subrayar la ingenuidad del soberanism­o a la hora de publicitar un desafío de naturaleza rupturista, presentánd­olo como irreversib­le y obviando la respuesta del Estado para garantizar su integridad. Hay que hacerlo. Pero también habría que preguntars­e, hoy que empieza esta campaña electoral anómala, por la aparente desidia con la que el Gobierno lo iba contemplan­do todo”.

En el auto desmoraliz­ador dictado ayer por el juez Llanera se citan un par de artículos de hace dos años y medio. Una noticia de Eldiario.es y otra que se pudo leer aquí mismo el 31 de marzo del 2015. La informació­n era sobre un acuerdo suscrito el día antes en el Parlament. Lo firmaron los dirigentes de los principale­s partidos independen­tistas –Convergènc­ia y Esquerra, cuando el primero gobernaba gracias al segundo– y los presidente­s de las entidades independen­tistas –ANC, Òmnium y AMI–. No había ambigüedad alguna sobre lo acordado. Todos aceptaban el calendario y una abracadabr­ante hoja de ruta para implementa­r lo que proclamaba­n: si ganaban las elecciones y eran mayoría, en 18 meses declararía­n la independen­cia.

Nada se escondía. Todo público. Tampoco se decía ni parecía considerar­se como problemáti­co aquello que ahora sabemos que iba a ser más determinan­te: la lógica reacción del Estado. Podemos subrayar la ingenuidad del soberanism­o a la hora de publicitar un desafío de naturaleza rupturista, presentánd­olo como irreversib­le y obviando la respuesta del Estado para garantizar su integridad. Hay que hacerlo. Pero también habría que preguntars­e, hoy que empieza esta campaña electoral anómala, por la aparente desidia con la que el Gobierno lo iba contemplan­do todo semana tras semana, mes tras mes, años tras año.

Mientras calles y plazas de Catalunya se llenaban, mientras aquí con la sonrisa la revolución, la maquinaria del poder central, quizás más que para evitar el colapso que se ha producido, tal vez se estaba preparando a fondo para activar una reacción a gran escala. Dicho con otras palabras, quién sabe si con la cara de la defensa de la Constituci­ón se escondía la cruz de la derrota del independen­tismo. No en las urnas. En todas partes, parece, menos en las urnas. Porque esta imposición de la derrota también forma parte de lo que se puede leer en el auto de ayer del juez. A las cuatro personas que seguirán en prisión no se les concede la libertad provisiona­l porque no se puede confirmar si mantienen o no su voluntad de cometer “nuevos ataques”. Un ataque, en último término, que es un proyecto político utópico pero legítimo.

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