Reconciliación
En política algunos términos van mucho más allá de su estricta definición en su habitual uso común. Un ejemplo de esta capacidad que tiene la política para enriquecer o esterilizar una palabra lo encontramos en el término reconciliación, que ha puesto en circulación Miquel Iceta para referirse a la necesidad de votar un proyecto donde prima lo que es primordial en la buena política: el mantenimiento de la convivencia. El término sobrepasa lo estrictamente político porque se instala en un espacio prepolítico, referido a un orden previo al debate cainita de la política; por eso su uso sorprende positivamente.
Reconciliación implica, en un momento de fuertes antagonismos políticos, mostrar a los ciudadanos que todos, sin excepción, deben construir la salida en la que ahora nos encontramos sin dejar a nadie al margen, sin estigmatizar sus ideas, sin señalar continuamente si unos u otros estaban equivocados. Uno de los peligros de la actual situación política en Catalunya es que una parte de la población pueda sentirse como excombatientes de una causa perdida, sin premio, o percibirse no aceptados por el resto de la sociedad. Miquel Iceta plantea que la reconciliación garantiza superar la actual división de los catalanes o, dicho de otro modo, el restablecimiento de la concordia como base para afrontar el futuro. La reconciliación como prolongación de una política que permite resolver los problemas.
Una sociedad que avanza con una mentalidad posconflicto, como la catalana, necesita planteamientos políticos que sepan interpretar su necesidad de superación de las diferencias. Es tal el poder del término reconciliación que hay que ir con mucho cuidado para no degradarlo con un uso hueco o instrumental o, lo que sería aún peor, para no imponerlo como sustituto de otros, como la justificación, la disculpa e incluso el perdón.
La potencia de este término estriba en que no sólo define un campo de acción político, sino también el compromiso para alcanzar un estado de ánimo común que desborde el beneficio inmediato por un beneficio a favor del tiempo; un beneficio que se exprese de forma continuada hasta alcanzar la cohesión social. Es un término que debe usarse contra la resignación, la parálisis, la falta de un proyecto común y, sobre todo, para fomentar la política del acuerdo y del pacto.