La Vanguardia

Problemas con la verdad

- Carlos Zanón

Tenemos un problema con la verdad. No quiero ser categórico al respecto. Cuando noto que me pongo estupendo, serio o trascenden­te suelo hacer una broma. Las bromas no siempre hacen gracia. La verdad casi nunca hace gracia. Pero creo que aquí alguien debería empezar a decir algo que sea verdad. En las novelas nunca se trabaja con la verdad sino con lo verosímil.

Los personajes no han de contener certeza sino verosimili­tud. La verdad a veces es increíble, pero no por eso deja de ser verdad. En la vida de cada día podemos gestionar un saco de mentiras, lo mítico y la probabilid­ad, lo increíble, lo absurdo y lo ridículo. Pero podemos hacerlo porque en todo eso hay al menos una diminuta porción de verdad. La mínima necesaria para desarrolla­r un marco de actuación y sentir, en el que uno pueda saberse seguro o aterroriza­do pero nada es tan terrible como asustarse por nada o amar a alguien que te miente. De acuerdo, el amor es mentira pero no el sentirlo, de algún modo, durante un tiempo. Amas porque consensúas la mentira desde verdades subjetivas. Es el “te amaré para siempre”. Pero no pasa nada por mentir a partir de una verdad diminuta. En este caso sería que te amo y mucho ahora y te miento con la eternidad para poder amarte de verdad unos meses más, años, una vida quizás.

Lo novelado es un taburete con dos patas al aire y un elefante encima. Pero el taburete tiene tres patas, es decir, una de las patas ha de contactar con el suelo. Siempre. Por eso creo que tenemos un problema con la verdad. Porque me temo que la hemos abolido. No sólo es que es opinable –lo cual ya es grave– sino que hemos decretado que no existe y ya no existirá más bajo pena de escarnio y ensañamien­to. La verdad es un estorbo. En un lado y en otro. Dos millones en la calle son una verdad pero son un estorbo. Una amenaza de muertos en la calle son una mentira pero son un sendero para llegar a una supuesta verdad y conseguir que lo que no se dijo no se pueda decir, y lo que no pasó no pueda pasar. Prometer y no cumplir es mentir. Prometer y hacer creer que se ha cumplido también es mentir. Pedir la verdad y alegar que está en Bélgica, en la decisión de una juez, en un tuit o escondida en un Grial es no tener ningún respeto por la verdad. No digo yo que la verdad merezca siempre ser respetada pero al menos que no lo sea por fea y decepciona­nte. Porque hay algo hermoso en quien se sienta frente a ti para decir que ya no te quiere, que te engañó, que se llevó tu dinero. La verdad te secciona algo pero quien te mutila hace algo por ti: dejarte con vida. Te trata como a un igual. Acepta que le olvides, le insultes o le perdones. A partir de un trocito de verdad que te entrega aunque tú no la quieras.

Necesitamo­s que nos digan la verdad para poder a volver a creernos las mentiras y amarles, votarles, castigar o perdonar. Aquí debería colocar una broma pero no se me ocurre ninguna.

La verdad te secciona algo pero quien te mutila hace algo por ti: dejarte con vida, tratarte como a un igual

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