Europeísta entre los europeístas
Europeísta entre los europeístas, Manuel Marín González (Ciudad Real, 1949), exvicepresidente de la Comisión Europea y expresidente del Congreso de los Diputados, falleció ayer en Madrid a los 68 años, tras varios años de lucha contra el cáncer, acompañado por su mujer y sus dos hijas, que todavía el 9 de noviembre recogieron, en su nombre, el doctor honoris causa que le concedió la Universidad de Salamanca, junto al presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker.
Aunque Manuel Marín –Manolo le llamaban todos– llegó a lo más alto en política, empezó desde abajo. Con sólo 25 años, y antes de que muriera Franco, se afilió al PSOE y trabajó, primero desde la clandestinidad y después ya en la legalidad, por el restablecimiento de la democracia primero, y para el éxito de la transición después, siempre desde el PSOE. De la generación de Joaquín Almunia, con quien de joven compartió piso, era del grupo de políticos socialistas que junto con Felipe González y Alfonso Guerra pusieron las bases del actual PSOE.
Licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid, se doctoró en Derecho comunitario en la Universidad de Nancy, porque desde muy joven le marcó su vocación europeísta. Fue también alumno del Colegio Europea, en Brujas, donde se diplomó en Altos Estudios Europeos y donde llegó a dar clases, lo que para él siempre fue un orgullo. El Colegio Europeo fue creado a propuesta de Salvador de Madariaga a principios de los años cincuenta, con la idea de que los graduados universitarios de diferentes países pudieran estudiar y convivir. Para un europeísta como Manuel Marín no podía haber mejor destino, y tras sus estudios de Derecho comunitario, llegó a presidir el consejo de administración del Colegio.
Pero Manuel Marín se forjó políticamente en España, en el PSOE, y en el Congreso de los Diputados. Fue el diputado más joven del Congreso, elegido en las primeras elecciones democráticas tras la muerte de Franco, en 1977. Entonces era Manolito, y siendo ya presidente del Congreso, su último cargo público, que dejó en el 2008, le gustaba recordar su trabajo de entonces, el de un jovencísimo diputado que tenía por encargo transmitir a sus compañeros lo que había que votar. No existía entonces costumbre, como ahora, de asignar a cada voto (sí, no o abstención) una señal con los dedos, y por supuesto nada estaba informatizado, así que Manolito se tenía que recorrer los escaños del PSOE cada vez que había una votación diciendo a cada bancada cuál era el sentido del voto. El traslado de papeles entre grupos con enmiendas o transaccionales le llevó a ser un auténtico experto de la negociación, porque sobre todo creía en el diálogo y en el consenso, bases de la transición y de la Europa que vivió y en las que se hizo político. Repitió como diputado en 1979 y en 1982, cuando con el triunfo del PSOE y la llegada de Felipe González al poder fue nombrado secretario de Estado para las relaciones con las Comunidades Europeas, cuando España aún no formaba parte de las instituciones europeas, y jugó un papel muy importante en las negociaciones para el ingreso de España en la hoy Unión Europea, junto al ministro de Exteriores de entonces, Fernando Morán.
De hecho, Manuel Marín fue uno de los tres firmantes, junto a a Fernando Morán y Felipe González, del ingreso de España en la CEE (hoy UE), en el palacio Real de Madrid, en presencia de Jacques Delors, entonces presidente de la Comisión y con quien Marín trabajaría años después. Tras el ingreso de España como socio de pleno derecho, fue designado vicepresidente de la Comisión responsable de Asuntos Sociales, Educación y empleo del 86 al 88, y desde allí fue uno de los artífices del programa Erasmus. De 1989 a 1992 fue responsable de las políticas de cooperación y desarrollo, y vicepresidente de la Comisión hasta 1999.
Un año más tarde, vuelve a la política española y es elegido diputado por Ciudad Real. Reelegido cuatro años más tarde, cuando llega al poder José Luis Rodríguez Zapatero, fue elegido presidente del Congreso de los Diputados en la legislatura que tuvo que lidiar con el Estatut de Catalunya, que después sería declarado inconstitucional en varios de sus artículos por el Tribunal Constitucional.
Fue una etapa, la de Marín como presidente del Congreso, en la que tuvo que lidiar más que con la oposición con su propio partido, y sobre todo con el entonces portavoz, Alfredo Pérez Rubalcaba, con quien tuvo más de un problema porque consideraba que beneficiaba más a la oposición que a su partido, pero es que Marín llevaba el sentido institucional por encima de todo, aunque le criticaran los suyos. Quizá desencantado por esa experiencia, en la que muchos le achacaron no tener mano izquierda –era muy estricto en el cumplimiento del reglamento, porque consideraba básico el respeto a las normas–, anunció meses antes de las elecciones del 2008 su retirada para dedicarse a la lucha contra el cambio climático. Su última ocupación fue la presidencia de la Fundación Iberdrola.
La capilla ardiente será instalada hoy en el Congreso de los Diputados, ya que su familia ha aceptado el ofrecimiento de la actual presidenta, Ana Pastor.
Negociador del ingreso de España en la entonces CEE, fue uno de los artífices del programa Erasmus