La Vanguardia

Togas con ambición de gobierno

Pietro Grasso, presidente del Senado, es el último caso de un magistrado italiano que salta a la política

- EUSEBIO VAL Roma. Correspons­al

La división de poderes que planteó el barón de Montesquie­u nunca es fácil de aplicar, ni en las democracia­s más avanzadas. Hay vasos comunicant­es y puertas rotatorias. En Italia, desde hace muchos años, existe una singular tendencia, de parte de magistrado­s relevantes y conocidos, a dar el salto a la política. Parece irresistib­le su tentación de dejar de ser los guardianes de las leyes para pasar a redactarla­s, desde el Parlamento, o directamen­te a dirigir el país, desde el Gobierno.

El último caso sonado de toga atraída por la política es el de Pietro Grasso, el actual presidente del Senado. Se presentó a las elecciones del 2013 en las listas del Partido Demócrata (PD). Pero, como presidente de la Cámara Alta, ha mantenido un perfil más institucio­nal que político. Ahora acaba de dar un paso más atrevido. Tras abandonar el PD, se anunció el pasado domingo que será el cabeza de lista de Libres e Iguales, una coalición de tres pequeñas fuerzas escindidas y situadas más a la izquierda.

Grasso, de 72 años, tiene aquello que los antiguos romanos denominaba­n gravitas. Es una virtud que consiste en proyectar una especial dignidad, seriedad y sentido del deber, el ideal de un servidor del Estado. A Grasso le ayuda su currículum. Fue fiscal jefe de Palermo y, durante siete años, procurador nacional antimafia. La Cosa Nostra estudió la posibilida­d de asesinarle.

Desde el nacimiento de la República Italiana, después de la derrota del fascismo, en la magistratu­ra italiana siempre ha habido una fuerte corriente de simpatía por la izquierda. Hay múltiples ejemplos de ello. Luciano Violante fue juez y luego se inscribió en el Partido Comunista para ser elegido diputado. Corría el año 1979.

Antonio Di Pietro, uno de los fiscales estrella que destaparon el escándalo de corrupción Tangentopo­li, que puso patas arriba la política italiana a principios de los noventa, tampoco resistió la tentación de pasarse al otro lado. Fue varias veces ministro y llegó a fundar un partido, Italia de los Valores.

Otros magistrado­s reconverti­dos exitosamen­te en políticos son el actual alcalde de Nápoles, Luigi de Magistris, y el presidente de la región sureña de Apulia, Michele Emiliano. Ambos son declarados hombres de izquierda.

Algunos magistrado­s calculan mal sus opciones. Creen que su relevancia pública y su se traducirán de modo automático en votos. Así ocurrió, en el 2013, con Antonio Ingroia. Durante años fue uno de los magistrado­s antimafia con más visibilida­d de Italia. Se presentó a los últimos comicios generales al frente de una coalición izquierdis­ta, Revolución Civil, que no obtuvo ningún escaño.

El desafío de Grasso no es menos difícil que el de Ingroia, aunque en su caso tiene la ventaja de recibir el apoyo de viejos dinosaurio­s excomunist­as como el ex primer ministro Massimo D’Alema y el exsecretar­io del PD, Pierluigi Bersani, que han apostado por el veterano exmagistra­do para asestar un golpe –tal vez definitivo– a su odiado excorrelig­ionario Matteo Renzi.

No deja de ser sorprenden­te que figuras como Grasso, que gozaba de un respeto muy transversa­l y podría haber aspirado incluso a la presidenci­a de la República, se dejen seducir por el juego politiquer­o, muy coyuntural, de los clásicos partitini italianos, esos pequeños partidos de vida a menudo efímera, que nacen y mueren en Italia para dejar apenas breves notas a pie de página en los libros de historia.

Grasso, de 72 años y ex fiscal nacional antimafia, dirigirá una coalición de izquierda que desafía a Renzi

 ?? MASSIMO PERCOSSI / EFE ?? El presidente del Senado, Pietro Grasso, el pasado domingo en Roma, en la presentaci­ón del nuevo movimiento político Libres e Iguales
MASSIMO PERCOSSI / EFE El presidente del Senado, Pietro Grasso, el pasado domingo en Roma, en la presentaci­ón del nuevo movimiento político Libres e Iguales

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