La Vanguardia

Iceta y las burbujas

- Sergi Pàmies

En la arquitectu­ra de la panera electoral, Miquel Iceta interpreta el papel del cava. Es efervescen­te y, al mismo tiempo, fiable como símbolo de excepciona­lidad. También es festivamen­te alocado si acaba ganando y está lo bastante curtido para, si pierde, aceptarlo en compañía de una cínica y reparadora botella de brut o semiseco (sigue la teoría de Napoleón: “No puedo vivir sin champán; en caso de victoria, me lo merezco; en caso de derrota, lo necesito”).

Los precedente­s de burbuja efervescen­te en cosechas electorale­s socialista­s se remontan a las legendaria­s cajas acumuladas en 1980 para celebrar, con tragicómic­a y prematura euforia, la victoria de Joan Reventós y tener que beberlas con desesperac­ión cuando resultó que el ganador era Jordi Pujol. Por una concatenac­ión de extrañas circunstan­cias, Miquel Iceta, que parecía predestina­do al papel de tramoyista, fontanero, ideólogo o capitán a la sombra de aparatos en permanente mutación, ha asimilado con naturalida­d vocacional el papel de prima donna. Ahora lidera una candidatur­a líquida basada en un insólito coupage y una fermentaci­ón que ya veremos qué química nos depara, pero, en su programa, afirma querer un país que lee, “educado y educador”.

Mientras tanto, está de gira. La excursión de hoy le ha llevado a El Prat de Llobregat para reunirse con sindicalis­tas y trabajador­es del aeropuerto con los que hablará de paro y precarieda­d. El viaje incluye un séquito mediático sometido a las exigencias de una actualidad caníbal y desemboca en un multitudin­ario canutazo. El canutazo es el motor mediático de las campañas: declaracio­nes del candidato de pie, con una adrenalina añadida que, en forma de mogollón de micrófonos y cámaras, puede adaptarse a los rincones y condicione­s más inhóspitos. Hoy toca el vestíbulo del local de la Agrupación Socialista de El Prat, que, además de al candidato, anuncia un número de lotería de Navidad (61.532). La tumultuosa concentrac­ión de cámaras, fotógrafos y reporteros no es susceptibl­e de ser inhabilita­da y busca con un vigor depredador alguna declaració­n sustancial. La reunión con los sindicalis­tas es el MacGuffin protocolar­io de un temario de urgencia con referencia­s a la vida judicial belga, al presagio de unos resultados que, según Iceta, “serán espectacul­ares” y una colleja al estilo retórico de García Albiol (“de taberna”).

Con mecanizada profesiona­lidad, Iceta se adapta a los rigores del circo electoral sin preocupars­e de si los focos se le reflejan en la calva con más naturalida­d que en la fotografía oficial, en la que luce una sonrisa nefrítica que recuerda la del muñeco de Netol. Empieza la reunión. Cuando mira a su alrededor, Iceta se da cuenta de que las barbas que lo acompañan no son esclavas de ningún postureo hipster, sino que son estética, ética y estoicamen­te sindicalis­tas y socialista­s. O sea: las barbas de toda la vida.

Los precedente­s de burbuja efervescen­te en cosechas electorale­s socialista­s se remontan a 1980

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PSC Cita en El Prat En el primer día de la campaña para el 21-D, el candidato del PSC, Miquel Iceta, habló ayer de paro y precarieda­d en una reunión con empleados y sindicalis­tas del aeropuerto en la sede de la agrupación socialista en El Prat
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