Trump desafía a la comunidad internacional y reconoce Jerusalén como capital israelí
El presidente estadounidense pretende que su gesto contribuya a impulsar el proceso de paz entre los palestinos y los israelíes
Las reacciones al discurso del presidente Donald Trump en la órbita palestina no se hicieron esperar. El movimiento nacionalista palestino Al Fatah y los islamistas de Hamas declararon tres “días de la ira”, que incluyen la convocatoria de grandes manifestaciones. Las fuerzas de seguridad israelíes permanecieron durante todo el día de ayer en estado de alerta en previsión de una revuelta, una situación que se prolongará durante el día de hoy.
Los palestinos lo califica como “el beso de la muerte”. La expresión ilustra el peligro en ciernes.
A pesar de las advertencias de dentro y de fuera –descontando a su base de evangelistas, a los halcones o a amigos judíos como Beniamin Netanyahu y asociados–, el presidente Donald Trump dio ayer un paso que cumple una promesa electoral, pero que no parece alinearse con los cálculos diplomáticos, ni con las aspiracio- nes de concordia, ni con las posibles consecuencias humanas.
Rompiendo la prudencia de 70 años, Trump efectuó un histórico anuncio de once minutos. “Hoy finalmente reconocemos lo obvio: Jerusalén es la capital de Israel. Esto no es ni más ni menos que el reconocimiento de la realidad. Es lo correcto y lo que se debía hacer”, dijo en la Casa Blanca.
Jerusalén es la sede del Gobierno y de prácticamente todos los estamentos de poder del Estado de Israel. Los palestinos también reclaman Jerusalén –el Este– como su capital. Cosa que ayer quedó en el limbo, a expensas de una negociación, impulsada por Jared Kushner, el yerno de Trump, que no había mostrado avances y que ahora, en la resaca de esta decisión de Washington, se considera en vía muerta.
Este anuncio conlleva que el presidente ha ordenado al Departamento de Estado “iniciar los preparativos para trasladar la embajada de Tel Aviv a Jerusalén”. De los 86 países con misión en Israel, EE.UU. será el único que no estará en Tel Aviv, otra imagen de su política aislacionista.
Trump insistió en su discurso en que toma esta decisión “en interés de Estados Unidos y en la búsqueda de la paz entre Israel y los palestinos”. Para sorpresa general en la zona afectada –donde se han convocado tres días de protesta–, entre los gobiernos árabes o los aliados occidentales. “Es una declaración lamentable que va contra las leyes internacionales y las resoluciones de las Naciones Unidas”, señaló el presidente francés, Emmanuel Macron. El secretario general de la ONU, António Guterres, recalcó: “Desde el primer día en el cargo he hablado con consistencia contra cualquier medida unilateral que ponga en peligro la perspectiva de paz para israelíes y palestinos”. Otro líder global, el papa Francisco, mostró “su profunda preocupación” y apeló “al respeto del statu quo de la ciudad”, que es santa para los judíos, los cristianos y los musulmanes.
Un apunte: Trump no utilizó en pasaje alguno el nombre de Palestina.
LA EMBAJADA SE TRASLADARÁ El presidente aduce que toma la decisión “en la búsqueda de la paz” con los palestinos
Sin embargo, tras reconocer “el desacuerdo y el disentimiento” que causa esta iniciativa, expresó su confianza en que, más allá de la discrepancia, “llegaremos a la paz y a un lugar para mayor entendimiento y cooperación”. Recalcó que para transitar por esta senda “Estados Unidos ampara la solución de los dos estados si lo acuerdan las dos partes”,
aunque aceptó que “Jerusalén es uno de los asuntos más delicados en estas conversaciones”.
Pero apostilló: “No tomamos posición en la cuestión del estatus final, incluidas las fronteras específicas de la soberanía israelí en Jerusalén o la resolución de los disputados límites, algo que depende de las dos partes”.
Le replicó Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista británico: “El reconocimiento de Jerusalén como la capital de Israel, incluyendo el territorio palestino ocupado, es una temeraria amenaza a la paz”.
Aaron David Miller, analista del Woodrow Wilson Center, replicó que las palabras de Trump no tenían nada que ver con la persecución de ese objetivo. “No ha expuesto ninguna estrategia, va a hacer imposible la tarea de Kuhsner”, indicó en la CNN.
“Resulta casi imposible ver la lógica de la Administración Trump en el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel antes de desvelar lo que será un controvertido plan de paz, sostuvo Shibley Telhami, experto de la Brookings Institution.
Para este analista, la Casa Blanca tal vez juega a la baza de que se pondrá sordina al ruido en la zona por la división en el mundo árabe. “Oriente Medio está más partido que nunca, pero Jerusalén permanece como un símbolo central que trasciende la división, continúa siendo un factor movilizador incluso en un medio ambiente polarizado”, avisó.
Así que Telhami describió esta apuesta como “acto de fe” que puede girarse del revés. “Jerusalén es la tormenta perfecta de cara a que Irán y los militantes islamistas lo usen para movilizar contra Estados Unidos y los que sufragan sus políticas”, añadió.
Trump se situó en el terreno de la autocomplacencia en una materia de alto riesgo. Aseguró que cumplía su promesa, que tal vez otros antecesores no llevaron a cabo –“unos dicen que por falta de coraje”– y daba curso a un acuerdo del Congreso de 1995. “Sería de locos asumir la misma fórmula que no ha producido resultados de paz”, indicó.
Norm Coleman, presidente de la Coalición Judía Republicana, defendió que Trump “hace lo correcto, reconocer la realidad del terreno, no más noticias falsas”.
Así cultivó el presidente su imagen –“ojos abiertos, aire fresco”, se definió– frente a un criterio de seguridad nacional. Han puesto en guardia a todas las embajadas del mundo.
Como le contestó el senador Bernie Sanders, si otros no tomaron esta decisión, sería por algo.