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Treinta años después de la primera intifada, israelíes y palestinos parecen estancados en la contienda de 1967, que llevó a la ocupación
Israel no captó el descontento acumulado por los palestinos ocupados y tuvo que cambiar de estrategia
Cuando el 8 de diciembre de 1987 el camionero israelí Hertzl Bukovza chocó en Gaza contra un vehículo en el que iban ocho palestinos que regresaban de trabajar en Israel, lo que costó la vida a cuatro de ellos, nadie imaginó que esa fatalidad sería el punto de partida de la llamada intifada de las piedras, que prendió en la franja palestina el 9 de diciembre y que acabó extendiéndose a Cisjordania. Bukovza, que vio cómo intentaban cercarlo para lincharlo, logró huir y fue rescatado por un vehículo israelí que pasaba por allí. El día siguiente, 9 de diciembre, significó el inicio de una explosión espontánea e imprevista de miles de palestinos que duró seis años.
Cisjordania y la franja de Gaza fueron ocupadas por Israel tras la victoria en la guerra de los Seis Días de 1967, y durante los primeros veinte años de ocupación el número de incidentes fue muy limitado. El 29 de abril de 1987, con ocasión de los 20 años de la guerra, el escritor israelí David Grossman publicó El
tiempo amarillo, que se convirtió en una obra profética que sorprendió a la opinión pública israelí, ya que reflejaba una furia acumulada contra la ocupación, un integrismo religioso creciente y una sensación de choque inminente. Grossman atacó frontalmente la sensación reinante en la sociedad israelí de que el conflicto se resolvería por sí mismo, y advertía que un gran estallido estaba a la vuelta de la esquina.
Los enfrentamientos de entonces fueron prácticamente olvidados por árabes e israelíes a raíz de los terremotos geopolíticos ocurridos en los años posteriores. Ninguna de las partes realmente sacó conclusiones de lo ocurrido, aunque obviamente quien recorrió las ciudades y los pueblos de los territorios ocupados palestinos en esos años y vio cómo decenas de miles de personas participaban en los choques, entiende que se trató de un punto de inflexión en el conflicto. Innumerables marchas, que incluyeron el lanzamiento de piedras y cócteles molotov; huelgas de comerciantes; rechazo a pagar impuestos a las autoridades israelíes y otros actos de desobediencia fueron coordinados por comisiones de líderes palestinos locales en los territorios ocupados, que dejaron al margen a la cúpula directiva de la OLP.
El ejército israelí y la guardia fronteriza recibieron órdenes del entonces ministro de Defensa, Yitzhak Rabin, de reprimir las protestas, aunque fuese necesario aplicar una política de “romper huesos”. 1.500 palestinos y 154 israelíes perdieron la vida en la primera intifada, mientras que en la segunda, que estalló en el 2000 y duró unos seis años, las piedras fueron reemplazadas por armas y ataques suicidas y la cifra de víctimas ascendió a 4.250 palestinos y 1.100 israelíes.
Unos 120.000 palestinos pasaron por las cárceles israelíes durante la primera intifada. Entre ellos se encontraban futuros líderes como Yibril Rayub, posible candidato a la presidencia palestina; Mohamed Dahlan, rival del actual presidente, Mahmud Abas, que se encuentra en un país del golfo Pérsico, y Maruan Barguti, el dirigente más popular de la OLP, que cumple cinco cadenas perpetuas en la cárcel de alta seguridad israelí de Hasharon, condenado por el asesinato de cinco israelíes durante la segunda intifada.
El ex jefe de la inteligencia militar israelí y general en la reserva Shlomo Gazit afirmó a La Vanguardia que con la intifada de las piedras los habitantes de los territorios ocupados se convirtieron en un factor activo en el conflicto entre israelíes y palestinos, que hasta 1987 se concentró en la guerra entre el Tsahal contra los ejércitos árabes y organizaciones terroristas. En esos años, las autoridades militares israelíes optaron también por las deportaciones, la destrucción de casas y las acciones de unidades especiales, que por primera vez empezaron a disfrazarse de palestinos para infiltrarse y actuar desde el seno de las revueltas. El Tsahal fue sorprendido por la enorme explosión espontánea, convertida en una rebelión civil que más tarde fue encabezada por la OLP. Hasta entonces, el ejér- cito israelí sólo había sido entrenado para luchar contra las unidades de tanques sirios o egipcios. Lo que empezó con piedras, siguió con bombas incendiarias y derivó en atentados, como el que ocurrió el 6 de junio de 1989 en la línea de autobús 405 que une Tel Aviv y Jerusalén, en que un palestino de la Yihad Islámica se lanzó sobre el volante y despeñó el vehículo lleno de pasajeros por una ladera montañosa. Costó la vida a 16 israelíes.
En 1987, el propio Rabin reconoció que Israel se equivocó al cerrar los ojos ante la creación de Hamas a manos de los Hermanos Musulmanes de Gaza. El objetivo de los oficiales israelíes fue concentrar su lucha en el movimiento nacional de la OLP, factor que facilitó el florecimiento de su rival islamista, fundado por el jeque Ahmed Yasin. Durante los 20 años previos, los Hermanos Musulmanes de Gaza, y más tarde Hamas, construyeron mezquitas e infraestructuras sin ser molestados por las autoridades militares israelíes. Cuando los islamistas empezaron campañas de secuestros y asesinatos de soldados hebreos, en el estado mayor de Tel Aviv entendieron que no habían apostado por la opción idónea, pero ya era demasiado tarde.
Agentes del Mosad mataron a Abu Yihad, el brazo derecho de Yasir Arafat. 415 palestinos fueron deportados a Líbano, lo que hizo de los deportados Abdel Aziz Rantisi y Mahmud al Zahar destacados líderes de Hamas. Lo que frenó la primera intifada fue la invasión de Kuwait por Sadam Husein en el verano de 1990 y el inicio de la primera guerra del Golfo seis meses más tarde. Arafat fue duramente criticado cuando miles de palestinos festejaron en Cisjordania el lanzamiento de misiles iraquíes sobre Tel Aviv.
En Israel, algunos políticos se olvidaron de lo ocurrido hace 30 años y proponen usar las mismas tácticas que entonces fracasaron. En el ejército israelí temen que la situación del 2017 no sea muy distinta de la de 1987, y no descartan que el volcán pueda estallar de nuevo. Las redes sociales demuestran que las nuevas generaciones palestinas son más individualistas y centradas en sus propios intereses. Sin embargo, la preocupación mutua es que las dos partes se encuentren estancadas permanentemente en el séptimo día de la guerra de los Seis Días. El diplomático israelí más famoso, Aba Eban, comentó una vez: “Los palestinos nunca pierden la oportunidad de perder una oportunidad”. El brazo derecho del expresidente Shimon Peres, Nimrod Novik, declaró a este diario que “esta actitud parece que se nos contagia”. Y concluyó: “Si miramos la historia de las últimas décadas, veremos que terminamos utilizando las mismas estrategias que tiempo atrás provocaron explosiones violentas”.