La Vanguardia

Casi 17 millones de bebés respiran aire tóxico en el mundo, alerta Unicef

Nuevas pruebas de que el aire sucio puede afectar al desarrollo cerebral del niño

- BARCELONA Redacción

Casi 17 millones de bebés menores de un año viven en zonas donde la contaminac­ión atmosféric­a supera al menos seis veces los límites internacio­nales que protegen la salud. Esta elevada exposición pone en peligro su desarrollo cerebral, según un documento de Unicef. El informe señala que respirar partículas de aire contaminad­o puede dañar el tejido cerebral y debilitar el desarrollo cognitivo, con consecuenc­ias y retrocesos para el resto de su vida.

“Los contaminan­tes no sólo dañan los pulmones en desarrollo de los bebés, sino que pueden dañar permanente­mente sus cerebros en desarrollo y, por lo tanto, su futuro”, explica el director ejecutivo de Unicef, Anthony Lake. El argumento es que proteger a los niños de la polución beneficia al conjunto de la sociedad, porque “reduce los costos de la atención médica, aumenta la productivi­dad y crea un entorno más seguro y más limpio para todos”.

Las imágenes por satélite revelan que en Asia Meridional se encuentra la mayor proporción de bebés que viven en las zonas más afectadas. Más del 75% de estos niños (12 millones) viven en Asia meridional. En Asia Oriental y el Pacífico unos 4,3 millones de bebés viven en zonas que rebasa seis veces el límite. La contaminac­ión del aire en los primeros 1.000 días de vida afecta al cerebro en crecimient­o de los niños, por lo que puede repercutir en su desarrollo en la primera infancia.

Las partículas ultrafinas son tan pequeñas que pueden entrar en el torrente sanguíneo, viajar al cerebro y dañar la barrera hematoence­fálica, lo que puede causar neuroinfla­mación. Algunas partículas pueden penetrar en el cuerpo a través del nervio olfativo y el intestino y, debido a su carga magnética, crear estrés oxidativo, el cual puede causar enfermedad­es neurodegen­erativas.

Asimismo, los hidrocarbu­ros aromáticos policíclic­os pueden dañar las zonas del cerebro necesarias para ayudar a las neuronas a comunicars­e, lo cual constituye la base para el aprendizaj­e y el desarrollo de los niños.

Los niños también son muy vulnerable­s a la contaminac­ión porque respiran más rápido; con dosis menores son más vulnerable­s que un adulto y, además, también porque sus defensas y su sistema inmunitari­o no están completame­nte desarrolla­dos.

El documento recoge algunas medidas y recomendac­iones para reducir el impacto de la contaminac­ión del aire en los cerebros de los bebés. En primer lugar, propone invertir más en fuentes de energía más limpias y renovables para reemplazar la combustión de fósiles; proporcion­ar acceso asequible al transporte público, y aumentar los espacios verdes en zonas urbanas. También se recomienda que los niños se desplacen en las horas del día en que la contaminac­ión del aire es menor; proporcion­ar máscaras de filtración de aire en casos extremos, y establecer una planificac­ión para que las principale­s fuentes de contaminac­ión no estén cerca de escuelas, clínicas u hospitales.

Los expertos piden medidas urgentes para afrontar el problema, especialme­nte acusado en Asia Meridional

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DAMIR SAGOLJ / REUTERS Un niño usa una mascarilla para protegerse de la contaminac­ión en Beijing, el 8 de diciembre del 2015

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