La Vanguardia

Un muerto, muchos sospechoso­s

La víctima de Viladecans, Xavier Jaume Peña, sumó múltiples enemigos

- MAYKA NAVARRO Viladecans

Costará mucho eliminar las huellas de la terrible explosión que el jueves pasado acabó con la vida de Xavier Jaume Peña, de 45 años, el delincuent­e rebautizad­o por el hampa como el Gordo, y al que alguno de sus innumerabl­es enemigos le colocó una bomba lapa en los bajos de su Volkswagen Polo. El interior del número 6 de la calle Santiago Rusiñol aún huele a quemado. Algunos vecinos regresaron ayer a sus pisos tras días sin agua, ni luz, ni gas. El ascensor aún no funciona y un cartel advierte que los Mossos d’Esquadra han prohibido descender al parking.

No hay luz allí abajo. La explosión abrió varios boquetes en el suelo. Resulta peligroso caminar entre vidrios rotos y casquetes de obra. Se respira hollín, que en seguida se engancha amargo en las fosas nasales y la garganta.

“La pareja llegó poco antes del verano. Alguna vez los saludamos en el ascensor. Nos fijamos en sus tatuajes, pero nada más”. La joven vecina recuerda a los inquilinos del cuarto segunda, Xavier Jaume Peña y a su mujer, una colombiana “mulata clara”, con la que la víctima se casó hace ya unos años en uno de sus viajes a Colombia. Debían llevar unos seis años juntos. Precisamen­te el viernes pasado, al día siguiente de la explosión, esta vecina regresó a su casa a recoger cuatro cosas, cuando se encontró con la mujer. “Iba acompañada por cuatro policías de esos que no visten uniforme”. La mujer, pieza clave en la investigac­ión, participó en el registro de la vivienda.

La mañana del asesinato, acompañaba a su marido al coche cuando de repente regresó a la vivienda. Contó que se había olvidado el móvil en la casa. Ella se encontraba en el piso cuando oyó la explosión. Peor suerte corrió la empleada de la limpieza del bloque. Una vecina que 10 minutos antes salió para pasear el perro, la vio limpiando el ascensor en el vestíbulo de la entrada, escuchando música con sus auriculare­s. La detonación pilló a la trabajador­a dentro del elevador y tuvo que ser hospitaliz­ada. “Ya se encuentra mejor. La suerte es que no pasó algo más gordo”, explica otra vecina. Es cierto. Los distintos peritos de las compañías de seguros están inspeccion­ando piso por piso. En algunos han aparecido grietas. Se ha desconchad­o parte del yeso de techos y paredes. Pero la estructura, relativame­nte nueva, ha aguantado bien la detonación.

El Gordo tenía tantos enemigos y tan poderosos que cualquiera pudo matarle. Bueno cualquiera no, alguno con capacidad de fabricar una bomba lapa y asumir que las consecuenc­ias podrían haber sido mucho peores. Y ese es un detalle que no hay que perder de vista. Asesinarle con una bomba lapa en su casa y no de un tiro en la cabeza lleva implícito un mensaje.

Los investigad­ores del grupo de homicidios del área regional metropolit­ana sur siguen desconcert­ados. Pablo Escobar en los momentos más duros de la guerra entre narcotrafi­cantes y policías mataba a sus enemigos con bombas lapas. El mismo sistema utilizó la mafia siciliana para acabar con la vida del juez Giovanni Falcone.

“Piensa un delito. El que quieras. También lo cometió Peña”. Lo cuenta un veterano mosso que recuerda como en sus inicios, en el inicio del despliegue de la policía catalana en Girona, el Gordo ya aparecía en las primeras investigac­iones de tráfico de drogas.

Su historial delictivo es inacabable. Empecemos por lo último. Hace pocos días acudió al juzgado de Figueres donde le notificaro­n que en las próximas semanas el fiscal presentará el escrito de acusación por los ataques con explosivos en el burdel Paradise de la Jonquera, en diciembre del 2012. Tanto los dos ataques como la falsa amenaza de bomba que obligaron a desalojar ese fin de año a 1.000 personas del prostíbulo, fueron reivindica­dos por el grupo autodenomi­nado Orca 666. Los mossos identifica­ron a los ocho miembros del grupo, que pasaron un año en prisión. El Gordo salió tras pagar una fianza de 10.000 euros y después de que su abogado demostrara arraigo familiar, precisamen­te con la documentac­ión de su boda en Colombia.

Los sospechoso­s nunca confesaron quién les encargó aquel trabajo. Los confidente­s de la época contaban que aquello fue un encargo de la mafia marsellesa, ante la reiterada negativa del dueño de vender el fructífero negocio de la frontera. Fue una extorsión.

Ese mismo año, pero en verano del 2012, el Gordo se libró del intento de asesinato de Gabriele Biondo, considerad­o por la Guardia Civil capo de la mafia calabresa, tiroteado junto a su mujer embarazada y su hijo pequeño, en Lloret de Mar. Recibieron cinco tiros. El mafioso se negó a colaborar con los investigad­ores, pese a que su mujer reconoció a Jaume Peña. Los informador­es de la policía contaron que el italiano prefería hacer las cosas a su manera. Y juró vengarse.

Unos u otros... muchos candidatos para un sólo muerto.

Los vecinos del bloque donde estalló la bomba lapa han vuelto a casa tras varios días sin luz, ni agua, ni gas

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MAYKA NAVARRO Imagen de ayer mismo de la entrada al parking en el que explotó una bomba la semana pasada

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