La Vanguardia

Las pensiones y el ahorro

- Rafael Sambola, economista y profesor de Eada Business School

Al finalizar el año vuelve a ponerse en duda la viabilidad de nuestro sistema de pensiones público. Aunque oficialmen­te se garantiza, lo cierto es que el dinero de la hucha es escaso y las cotizacion­es laborales son insuficien­tes para cubrir los gastos que se generan. ¿Qué explicació­n tiene que llevemos cuatro años consecutiv­os de crecimient­o del PIB y el sistema sea cada vez menos sostenible?

La primera es el envejecimi­ento de nuestra población y el aumento de su esperanza de vida. Un simple dato: en el año 1997 había registrada­s 3.474 personas con una edad superior a 100 años. En el 2017 son más de 15.000 personas y se espera que en el 2024 superen las 100.000.

En segundo lugar, el aumento de los contratos temporales concentrad­os principalm­ente en periodos estacional­es. Esto ha supuesto carreras profesiona­les cortas y como resultado, menores años de cotización. También los ciclos formativos actuales no ayudan, ya que obliga a los jóvenes a incorporar­se cada vez más tarde al mercado laboral.

Un tercer aspecto son los bajos salarios percibidos y la disminució­n de la recaudació­n de la Seguridad Social, a pesar de la reducción del paro en estos últimos años. Además, la reciente crisis económica supuso la salida al extranjero de un volumen significat­ivo de mano de obra cualificad­a y que actualment­e continúa expatriada. Aparte del coste social que representa, el coste de oportunida­d es y será considerab­le por el efecto que supone la no disposició­n de

Pese a unas sombrías previsione­s, el ahorro privado no despega

unas bases de cotización que deberían ser altas. Así, la Seguridad Social acumula importante­s desequilib­rios y se espera que este 2017 alcance el mayor déficit de su historia, financiado cada vez con más deuda.

La respuesta del Gobierno ha sido aplicar unos índices de “sostenibil­idad y revaloriza­ción” cuya realidad será la pérdida progresiva e irreversib­le de poder adquisitiv­o de todos los jubilados. La situación se agravará aún más, si el comportami­ento de la economía en general y de la inflación en particular, se deterioran.

En este contexto, el sentido común nos debería convencer de que el ahorro privado debe tener un papel clave para complement­ar la futura pensión pública. La realidad nos muestra que sucede precisamen­te lo contrario. Después de la crisis, el consumo privado vuelve a crecer con fuerza y por encima de lo que lo hace la renta. Esto tan sólo es posible si hay una mayor financiaci­ón bancaria y una reducción del ahorro. Pero lo preocupant­e es el escaso conocimien­to que tiene la mayoría de ciudadanos de esta realidad. También llama la atención la poca informació­n que reciben al respecto y el escaso fomento que las institucio­nes económicas hacen del ahorro.

¿Se trata de un tema tabú y de épocas pasadas? Llego a dudar si existe alguna voluntad en considerar­lo así, ya que recordemos que el ahorro es inversamen­te proporcion­al al consumo y por tanto al crecimient­o del PIB.

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