La mayoría absoluta del nacionalismo acerca a Córcega a un nuevo Estatuto
La lista de autonomistas e independentistas obtiene el 57% y 42 de los 63 escaños
El nacionalismo corso obtuvo anoche una victoria histórica, al hacerse con la mayoría absoluta del voto de la nueva “colectividad territorial” que se estrenará, por primera vez en una isla administrativamente unificada, el próximo uno de enero.
La lista Pè a Corsica (Por Córcega) del autonomista Gilles Simeoni y el independentista Jean-Guy Talamoni, ambos abogados, obtuvo el 57% de los votos, diez puntos más que en la primera vuelta. Eso les dará 42 de los 63 escaños en la cámara insular, una holgada mayoría.
Gilles Simeoni, actual presidente del consejo ejecutivo de la isla y Jean-Guy Talamoni, presidente de la Asamblea parlamentaria, ya gobernaban Córcega desde su victoria de diciembre del 2015 con el 35,3% de apoyo. Su avance les permitirá formar un gobierno más estable y sobre todo afrontar una más que complicada negociación con París.
La isla ha conocido tres estatutos de autonomía (1982, 1991 y 2002) que fueron doble resultado de la combinación de represión del irredentismo y diálogo practicada por Francia, y del activismo nacionalista, iniciado en agosto de 1975 por el doctor Edmond Simeoni, padre del actual presidente, y sus dos hermanos, Max y Roland, en la revuelta armada (con escopetas de caza) de Aleria.
En su actual estadio, la autonomía corsa tiene competencias en turismo, cultura, patrimonio, puertos y aeropuertos, bosques, agricultura y pesca. Por encima del voto nacionalista en Córcega hay un consenso superior respecto a los llamados “cinco puntos”, a saber: la cooficialidad de la lengua corsa, un estatuto fiscal y de residencia que proteja al territorio contra la versión local del ladrillo (el riesgo de lo que se conoce significativamente como balearización), la mención de Córcega en la Constitución francesa y una amnistía para los activistas presos. Todo eso tiene un apoyo del 70%, basado en un sentimiento identitario fuerte y de gran carácter. Casi nadie en la isla, sea nacionalista o no, considera satisfactorio el actual nivel de autonomía. Sobre esa opinión operan hábilmente Simeoni y Talamoni.
Presentado por el diario Le Monde como “el Puigdemont de Córcega”, Gilles Simeoni encuentra una difícil traducción al catalán que ilustra el desconocimiento que frecuentemente hay en los medios de París sobre los asuntos corsos.
Los nacionalistas corsos tienen bien presente el marco en el que operan y no se permiten la más mínima ilusión sobre la correlación de fuerzas: ante el Estado francés, ante la Unión Europea y ante los poderes hegemónicos del mundo, en la que están insertos. La política isleña está bien enraizada en la realidad.
Pese a su manifiesta simpatía por Catalunya y Escocia, estos políticos favorecen “una estrategia realista de pequeños pasos” encaminada a “construir una economía productiva que permita la emancipación”, según explicó el propio Simeoni a La Vanguardia.
“Nos dicen que vamos muy por detrás de Catalunya o Escocia, pero no es que estemos retrasados, sino que debemos hacer la política correspondiente a nuestros medios, porque una nación sin economía carece de la base para su autonomía política”, explicó el presidente.
Uno de cada cinco corsos vive por debajo del umbral de pobreza. El salario medio bruto y el PIB de
Objetivo del tándem Simeoni/Talamoni: negociar un Estatuto de autonomía a tres años vista
la isla son los más bajos de Francia. La población local envejece (los jóvenes se van, y los jubilados vienen), y dos de cada tres corsos viven fuera de su isla.
Los obstáculos son ingentes. “No hay presos políticos y en Francia no hay más que una lengua oficial”, resumió el entonces primer ministro, Manuel Valls, en su última visita a la isla, en julio del 2016.
Para los nacionalistas corsos la referencia y el horizonte no es tanto Catalunya o Escocia, sino otra autonomía francesa, la lejana Nueva Caledonia, que el año que viene realizará un referéndum en materia de autodeterminación que Francia está gobernando hábilmente para que no cambie nada demasiado esencial. La lejana Nueva Caledonia forzó en 1998 los Acuerdos de Noumea. Entre las aspiraciones, incluir aquel territorio austral en la Constitución francesa. Eso mismo quieren los nacionalistas corsos. Están lejos de conseguirlo, pero desde ayer quizá un poco menos.