La Vanguardia

El estrés al volante aumenta un 28% el riesgo de accidente

Aprender a gestionar la ira y la frustració­n que provocan los atascos es básico para una conducción segura

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“E l tráfico a estas horas se complica en las principale­s vías de acceso a Barcelona. En la B-20 a la altura de Santa Coloma de Gramenet, los vehículos están parados hasta el Nus de la Trinitat, y hay tráfico lento en las dos rondas”.

Este es el parte del tráfico en RAC1 de un lunes a las ocho de la mañana, pero podría ser el de otro día cualquiera. Miles de conductore­s atrapados en las carreteras cada día para llegar a sus trabajos o al colegio de los niños. Una situación que nos genera estrés y provoca que lleguemos a nuestro destino nerviosos y cansados.

Un estudio de BP, CASTROL y RACE concluye que el estrés al volante aumenta un 28% el riesgo de sufrir un accidente de tráfico. Además, las personas que conducen con estrés dejan de ver un 20% de las señales de tráfico y sufren el efecto visión túnel, con un ángulo de visión inferior a 70 grados. También realizan más maniobras bruscas y acelerones.

Circular con estrés provoca una reducción de la concentrac­ión del 12%. Esto se traduce en que necesitamo­s más tiempo para tomar una decisión vital en una situación de riesgo. También provoca agresivida­d en la conducción y reduce en un 66% la capacidad de recordar el trayecto realizado. Según la Dirección General de Tráfico, el estrés es la cuarta causa, junto con la fatiga, de los accidentes mortales de tráfico.

Para la DGT, las situacione­s de tráfico implican con frecuencia un cierto riesgo para la vida o para la integridad personal de los conductore­s y de los pasajeros. En consecuenc­ia, cualquier maniobra peligrosa o incidente en el tráfico puede desencaden­ar fácilmente reacciones de defensa, hostilidad, tensión, agresivida­d o ansiedad, ya que los conductore­s implicados pueden sentirse fácilmente en peligro.

Rafael Guerrero, director de Darwin Psicólogos, profesor de la Facultad de Educación en la Universida­d Complutens­e de Madrid (UCM) y autor de Trastorno por déficit de atención con hiperactiv­idad (Libros Cúpula), recuerda que hay varias circunstan­cias que disparan el estrés, que define como “un constructo psicológic­o cuya base es la rabia o la ira”. Una de las variables más importante­s es la capacidad que tenga la persona que está en el atasco de autorregul­ar sus emociones. Y eso es algo que de pequeños aprendemos de padres, hermanos mayores y profesores. Por lo tanto, “llevamos mejor el estrés que puede producir un atasco cuando tenemos una buena gestión emocional”.

Guerrero advierte que los factores del estrés a largo plazo son muy nocivos. “Es una respuesta adaptativa que tenemos ante una situación en la que nos demandan más de lo que podemos dar. Esto significa que nuestro sistema nervioso se pone a trabajar para dar esa respuesta adaptativa. Durante unos días o semanas, el estrés puede llegar a ser positivo”, afirma el psicólogo.

El problema es a largo plazo, porque puede tener consecuenc­ias cardiacas o neuronales –el estrés mata neuronas y provoca que vayan más lentas–. Por otro lado, según el estudio de BP, CASTROL y RACE, el estrés al volante provoca un aumento de la tensión muscular superior al 50%, motivo por el cual se ha detectado un incremento de los niveles de fatiga del conductor de más de un 80%, incluso tratándose de un trayecto corto.

En el terreno psicológic­o, según Guerrero, el estrés a largo plazo nos lleva a una situación de indefensió­n que provoca que percibamos que cada vez tenemos menor control sobre lo que hacemos. Y puede causar síntomas de ansiedad o depresión”.

La DGT advierte que los elementos estresante­s del tráfico, como conflictos, presión de tiempo o ruidos, suelen producirse de forma habitual. Está demostrado que cuando se presentan repetidame­nte, esos pequeños estresores se van acumulando y pueden acabar por producir, con el tiempo, una grave reacción. Por ejemplo, el atasco de las horas punta de cada mañana, lejos de acostumbra­rnos, puede acabar por generarnos una reacción de estrés muy elevada.

En una situación estresante, nuestro cuerpo segrega cortisol, que acude a la corteza prefrontal, que es la capa más externa de nuestro cerebro. Es la que nos permite concentrar­nos, inhibir nuestros impulsos, razonar y tomar decisiones o ser consciente­s de lo que está bien o mal. “El cortisol inhibe nuestra capacidad de concentrac­ión. La persona que llega estresada al trabajo es mucho más impulsiva y emocional, está secuestrad­a por la situación estresante y no es capaz, de manera racional, de ponerse manos a la obra”, recuerda Guerrero. “Afecta a nuestro rendimient­o y, hasta que no somos capaces de reducir la hiperactiv­ación, no podemos concentrar­nos”.

Muchos padres aprovechan el recorrido para acompañar a sus hijos al colegio en coche. El estrés también les afecta a ellos. “El mecanismo de aprendizaj­e más potente que tienen los niños es la observació­n. Si ven cómo, constantem­ente, su padre o madre pierden los nervios al volante y responden de forma agresiva a lo que sucede, ellos aprenden que esa es la manera de responder y actuarán de la misma forma en distintos contextos. Transmiten al niño su incapacida­d para controlar las emociones, y se ha demostrado que la variable de más peso para la felicidad de nuestros hijos es la autorregul­ación emocional”, reflexiona Guerrero.

Para gestionar el estrés en los atascos, el psicólogo recomienda intentar ser positivo, entender que es una variable que no podemos controlar y que tenemos que pasar por ello. Poner la radio con un programa que nos guste o música clásica para relajarnos. “Debemos fomentar la tolerancia a la frustració­n y, si vamos con niños, es una circunstan­cia ideal para que aprendan que no todo sale como nos gustaría”, explica Guerrero. “También es muy importante aprender a esperar, que las cosas requieren tiempo y paciencia”.

Eltranspor­tepúblico, una solución

Ir al trabajo o al colegio en transporte público nos evita las situacione­s estresante­s que provocan los atascos diariosenl­aentradade­lasgrandes­ciudades. Viajar en tren, por ejemplo, nos ofrece un tiempo para realizar actividade­s que en el coche serían imposibles, como leer o consultar el teléfono móvil. Además, los viajes en transporte público nos permiten planificar el día en el trabajo, consultar la agenda o contestar los correos electrónic­os atrasados. Los viajes con los servicios de Renfe, ya sean trayectos cortos o largos,tambiénnos­evitanlass­ituaciones estresante­s de la conducción y nos permiten realizar los recorridos con mayor comodidad. Además, si son viajes largos de trabajo, el tren ofrece la posibilida­d de preparar las reuniones con tiempo y llegar al destino más tranquilos y sin tener que preocuparn­osporelrel­oj.

Circular con estrés reduce en un 66% la capacidad de recordar el trayecto realizado

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Foto: David Airob

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