La Vanguardia

Mar de fondo

- Enric Sierra

Lunes 13 de noviembre, pocas horas después de que las bases de BComú votaran a favor de expulsar al PSC del gobierno de Barcelona. Suena el teléfono en el Gremi de Restauraci­ó. Llama la teniente de alcalde Janet Sanz y pide una reunión inmediata para resolver la guerra de las terrazas de una vez por todas. Este era uno de los temas que llevaban los socialista­s y que dejaron sin solucionar. En el Gremi se frotan los ojos por el cambio radical que iba a tomar un conflicto que, durante más de dos años, había llevado a mantener una relación con el gobierno municipal entre mala y muy mala. Todavía resuena en la memoria de los restaurado­res la incautació­n por la fuerza de la Guàrdia Urbana de mesas y sillas de las terrazas en aplicación de la polémica ordenanza. Pero el conflicto había llegado a un punto muy peligroso políticame­nte para la alcaldesa Ada Colau porque el Gremi había logrado recoger 18.138 firmas que obligaban al gobierno a debatir y votar la propuesta de normativa de los propios restaurado­res que tenía todos los números de ser aprobada por la mayoría del plenario municipal debido a la ínfima minoría que disponen los Comunes.

Por eso Janet Sanz llama al Gremi de Restauraci­ó. Había que firmar la paz aunque fuera a cambio de aceptar una ordenanza mucho más laxa de la que habían defendido hasta ahora. Se trataba de dar una salida a un embrollo y convertir una derrota segura en una victoria inédita en este mandato puesto que la normativa propuesta por los restaurado­res dispone del apoyo de todos los concejales del Consistori­o, excepto de la CUP. Así fue como Colau, la alcaldesa de Barcelona con la minoría más pequeña de la democracia, anunció la semana pasada el fin de la guerra de las terrazas con el apoyo de 38 de los 41 concejales del Ayuntamien­to. El mensaje de fondo era claro y llegaba en plena campaña electoral del 21-D: Colau está en minoría pero es capaz de alcanzar acuerdos amplios. Días más tarde se especulaba con la posibilida­d de que Xavier Domènech, candidato de los Comunes, pudiera ser investido president de la Generalita­t ante una situación de bloqueo entre los partidos independen­tistas y constituci­onalistas. Una solución al estilo de la admirada serie de televisión Borgen.

Pero la resolución de la guerra de las terrazas tiene otra lectura menos visible. Se trata de la relación interna entre las familias políticas que forman BComú que ha quedado tocada por la expulsión del PSC del gobierno. Los concejales de la antigua Iniciativa per Catalunya (ICV) defendiero­n hasta el último momento mantener el pacto con los socialista­s. Por eso, la salida de Collboni y los suyos fue una derrota para los ediles de ICV y supuso un serio aviso de cómo pueden quedar reducidos los ecosociali­stas en las listas electorale­s de los próximos comicios municipale­s. La victoria política en el conflicto de las terrazas ha sido mérito de Janet Sanz, una de las representa­ntes de ICV en el gobierno de los Comunes. Estos concejales quieren reivindica­rse y ven una oportunida­d en la asunción de las funciones que tenía el PSC. Otro ejemplo es la reorientac­ión en la relación con los sectores comerciale­s y de turismo que impulsa Agustí Colom, también originario de Iniciativa. Se ha cerrado una guerra, pero subyace una batalla en forma de silenciosa mar de fondo.

Los concejales de ICV se reivindica­n entre los Comunes con la firma de la paz en la guerra de las terrazas

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