La Vanguardia

A la sombra del maestro

- JUAN LUIS BUÑUEL (1934-2017) Director de cine PABLO CUBÍ

Juan Luis Buñuel contaba que, por extraño que pudiera parecer, en casa nunca se hablaba de cine y que su padre, al estar sordo, tampoco les llevaba a ver películas. La primera vez que Luis Buñuel le puso al mayor de sus dos hijos una película suya fue cuando este tenía ya 16 años. Era Un perro andaluz. Juan Luis no entendió nada. “Bonitas imágenes”, acertó a decir cuando su padre le pidió su opinión. Buñuel asintió. No se molestó en explicarle nada ni antes ni después de la proyección.

Y pese a todo, Juan Luis Buñuel, un apasionado del arte, acabó también tentado por las cámaras y convirtién­dose en cineasta. Nunca pudo ni pretendió acercarse a los logros de su progenitor. Pero fue un excelente técnico que trabajó como ayudante de dirección no sólo de Buñuel, sino también de otros grandes, como Louis Malle, Luigi Comencini y, en especial, Orson Welles, antes de que él mismo pasara a la dirección.

Juan Luis Buñuel, muerto el pasado miércoles a los 83 años, había nacido en París y se crió entre Francia, Nueva York y México, siguiendo la ruta del exilio del progenitor. En su casa no se respiraba cine, porque, entre otras cosas, Buñuel padre prefería las conversaci­ones sobre política y la Guerra Civil. Además, tenía un sistema de trabajo organizado. Pulía el guión y los preparativ­os en su despacho de casa y estaba a lo sumo dos meses de rodaje. Hasta tal punto era así que sus propios hijos tardaron en saber con exactitud a qué se dedicaba.

Su mundo no fue tan surrealist­a como el que pintó su padre en las películas, pero no faltó humor. Juan Luis era de risa fácil, y acompañaba a menudo con una carcajada las anécdotas de su vida hogareña. Especialme­nte memorables son las innombrabl­es veces que se burlaban de los críticos y las inexistent­es explicacio­nes ocultas que buscaban en los detalles de las películas de Buñuel, empezando por Un perro andaluz (1929). “Al final no quería decir nada”, aseguraba su hijo. Esa sería la razón por la que tampoco le dio explicació­n alguna cuando la vieron juntos.

El joven Juan Luis iba para profesor de literatura inglesa. Cuando preparaba su doctorado, coincidió con un productor en México, amigo de su padre, que le ofreció un trabajo como traductor y ayudante de Orson Welles, que trabajaba en una versión –luego nunca acabada– de Don Quijote. Welles fue el que de verdad le metió el gusanillo del cine en el cuerpo.

La colaboraci­ón con su padre también empezó casi por casualidad. Buñuel rodaba una coproducci­ón entre México y Francia, Los ambiciosos (1959), por lo que necesitaba que hubiera al menos dos técnicos franceses. Juan Luis, que tenía la nacionalid­ad francesa, fue la opción más a mano para ponerse como ayudante de dirección. Acabaron rodando cuatro películas juntos, incluida Viridiana (1961), que se llevó la Palma de Oro en el festival de Cannes, y Ese oscuro objeto del deseo (1977), una de las primeras nominacion­es de España a los Oscars.

Su idea de pasar a la dirección empezó en 1959, cuando visitó por primera vez Calanda, el pueblo de su padre. Le impactó tanto su aspecto anclado en el tiempo, que pensó en regresar para rodar allí. El resultado fue Calanda (1966), que se llevó el premio César al mejor documental, pero sin recorrido comercial.

Quizá por ello, en sus incursione­s en la ficción, a diferencia del desprecio de su padre por la taquilla o los premios, buscó una temática más lucrativa, cine de género con un toque erótico: Cita con la muerte alegre (1972), premiada en el festival de Sitges, o La mujer con botas rojas (1974), con Catherine Deneuve y Fernando Rey, fueron las más conocidas.

Se dedicó también, y mucho, a la fotografía, una pasión que tenía desde los 12 años, la pintura, la escultura, y sobre todo, se convirtió en la memoria de su padre, contradici­endo su voluntad, pues, socarrón como siempre, Buñuel había dicho que se olvidaran de él cuando muriera. Juan Luis Buñuel participó en numerosos festivales y actos de recuerdo. En el 2008 protagoniz­ó el documental El último guión, que repasaba la vida del genio de Calanda.

Además de mantener viva la memoria de su padre, trabajó junto a Orson Welles y Louis Malle, entre otros

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JAVIER BELVER / EFE

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