La Vanguardia

Vermaelen está jugando

LA PRÓRROGA

- Joan Josep Pallàs

Thomas Vermaelen encadenó ayer su tercer partido casi consecutiv­o como titular (quinto si contamos los dos con su selección, la belga) y pocos comentario­s se hacen del asunto, como si airearlo demasiado pudiera contagiar una especie de mal karma en tan delicado jugador. Pero aquí se ha producido poco menos que un milagro y alguien debe dejar constancia.

Vermaelen, ahora con 32 años, tenía 29 cuando fue fichado por el Barça. La verdad es que llegó lesionado de los isquiotibi­ales. Su última temporada en el Arsenal ya había sido irregular, precisamen­te por culpa de un carrusel de problemas musculares, así que el fichaje tenía sus riesgos. Vaya si los tenía. Hubo quien lo relacionó maliciosam­ente (o no) con la exitosa venta de Alexis Sánchez: como era la primera vez que el Arsenal pagaba una morterada al Barça y no al revés , Vermaelen debía servir para compensar el acontecimi­ento glorioso con un poco de típico bromuro culé.

Zubizarret­a, que como todos los secretario­s técnicos dejó aciertos (Ter Stegen) y equivocaci­ones, soltó aquello de que Vermaelen era un jugador “de rendimient­o inmediato” y los hechos le desmintier­on cruelmente. Algunos periodista­s que le seguimos la pista el día de su revisión médica ya intuimos alguna cosa: fue larguísima y al jugador se le escondió como si fuera sospechoso de algo.

Tres años después y con una cesión fallida al Roma de por medio, por Vermaelen nadie daba apenas nada este verano. Pero llegó la sorpresa. Ernesto Valverde, experto resucitado­r (vean si no a Paco Alcácer) decidió incluirlo como cuarto central enviando a Marlon, que en aquellas fechas caía en gracia, a Francia, y renunciand­o misteriosa­mente al fichaje de Íñigo Martínez. Lesionados Umtiti y Mascherano, que además quiere marcharse a China, el fútbol (y Valverde) le han dado una última oportunida­d a Vermaelen. Ayer contra el Villarreal volvió a hacerlo todo bien. Sus movimiento­s son siempre precisos, está bien colocado, acierta en el momento de anticipars­e y por alto siempre es un seguro. Eso sí, inquieta su expresión robótica. Es como si contuviera su alegría para no tentar a la mala suerte. Quizás la conoce demasiado.

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