El desatascador
Alcácer sacudió el ataque del Barcelona y estuvo primoroso en la asistencia a Luis Suárez en el primer gol
Andaba Messi ofuscado, mirando al césped y resoplando. Apenas se tenían noticias de Luis Suárez. El ataque del Barça se estrellaba una y otra vez contra una pared, entre otras razones porque sólo parecía tener una puerta por la que entrar, la del martillo pilón de Jordi Alba, infatigable. Pasaban los minutos y Sergio Asenjo, que regresaba a la Liga tras 10 meses de lesión, estaba como unas castañuelas. No había tenido que realizar paradas de mérito y caminaba hacia su objetivo de mantener su guarida a cero. Hasta que entró en escena Paco Alcácer. Sin aspavientos. Sin alzar la voz. Sin adornos estéticos. Con sencillez, con las cuatro reglas que debe dominar un delantero clásico. Léase la profundidad, el primer toque, el arte del desmarque y la confianza en uno mismo. Una confianza que ha mantenido hasta en sus tiempos más duros como barcelonista, aquellos en los que no contaba no ya para el once inicial, sino ni para entrar en la convocatoria. Una época reciente, al principio de esta campaña sin ir más lejos. Pero el valenciano ha sido recuperado para la causa por méritos propios. Por trabajo. Por constancia. Por voluntad.
En Vila-real fue salir y casi besar el santo. En la primera pelota que tocó estuvo en un tris de superar a Asenjo tras irrumpir hacia el corazón del área pequeña. Resultó el preludio de una acción fenomenal y decisiva para el 0-1. Recogió un servicio de Luis Suárez y con un toque sutil le devolvió la pared con primor y en el sitio exacto para que el uruguayo deshiciera el empate. “Se ha demostrado lo importante que es Paco para el equipo”, le regaló al final Luis Suárez.
No necesitó marcar Alcácer para ejercer de desatascador. En algunas jugadas ni siquiera fue condición indispensable que contactara con el balón. Su sola presencia hizo que los defensas tuvieran que centrarse en más focos de atención que hasta ese momento y eso, combinado con la superioridad numérica, proporcionó más libertad a sus compañeros de vanguardia. Con él se sintieron más iluminados Luis Suárez y Messi. Con él hallaron otro socio.
Y eso que de nuevo se había quedado Paco en el banquillo. En los últimos partidos y, pese a sus buenas prestaciones, ante la duda de si colocar a Alcácer o a Paulinho Valverde siempre decanta la balanza por el brasileño, en busca quizás de un mayor equilibrio sin balón. Así sucedió en Turín y Mestalla, donde el delantero no disputó ni un solo minuto pese a venir de meterle dos goles al Sevilla y de estar en el origen de dos de los tres tantos de Leganés. No le desanimó ni eso ni repetir suplencia contra el Celta, aunque aquí sí que salió al final como revulsivo. Estuvo cerca de serlo pero la oportunidad que tuvo la mandó por encima del larguero. Siguió insistiendo y sacó fruto de la titularidad contra el Sporting en la Champions para meter el 1-0 y demostrar que hay que aprovechar su momento, como ya había venido dejando caer en partidos de menos calado (los que jugó ante el Murcia en la Copa). Suma cinco goles, asistencias de mérito y muchas ganas de ser útil a este Barça. Ya se lo cree su equipo y se lo cree el público. Los hechos se imponen.
EL ELOGIO DEL COMPAÑERO “Se ha demostrado lo importante que es Paco para el equipo”, le ensalzó Luis Suárez
CONFIANZA EN SÍ MISMO
De nuevo Valverde se decantó por Paulinho pero el delantero valenciano aporta cada vez que juega