Paredes VERDES
Los secretos de las medianeras de Barcelona: jardines verticales, placas solares, guiños literarios...
Dice el poeta y filósofo valenciano Antoni Defez: “Caminàvem / Hi van trobar un ginjoler intens, / inesperat, indiferent a nosaltres i esquerp / davant un mur emblanquinat”. Quien busque un ginjoler así (azufaifo, en castellano) lo encontrará en la plazoleta de la calle Arimon, 11, junto al centro de servicios sociales de Sant Gervasi. Es uno de los árboles más bonitos de Barcelona, declarado de interés local. Pero el muro ya no es blanco. Ahora, gracias a la rehabilitación de la pared medianera, está decorado con tonos ocres que resaltan aún más si cabe el tronco arrugadísimo y la majestuosidad de este ejemplar de Ziziphus jujuba, de más de dos siglos, uno de los más longevos de Europa.
Las medianeras de Barcelona albergan muchos secretos. Unas, como la de la calle Arimon, sirven para realzar la belleza de árboles singulares. Otras albergan nidos, murales gigantes, trampantojos, placas solares, guiños literarios…
O jardines verticales tan espectaculares como la cascada vegetal de la calle Berlín, esquina Josep Tarradellas, que tiñe de verde lo que antes era una anodina pared de ladrillos. Entre el romero, la hiedra y los arbustos de este pequeño ecosistema hallan refugio varias clases de reptiles y murciélagos. Y hasta siete especies de aves, como el mirlo o el vencejo.
Los vencejos también pueden anidar en las ocho casas que se les han habilitado en el tabique pluvial de un bloque de cuatro plantas, ático y sobreático de la calle Violant d’Hongria, 54-56, en Sants. Estudiantes de Arquitectura ganaron un concurso para el embellecimiento de esta pared, donde recrearon con pinturas y maderas las dunas de un desierto o las olas de un mar ferruginoso.
La ilusión óptica, sin embargo, no es tan realista como la de la calle Rubén Darío, 15, de Sant Andreu, en la que el artista local Antoni Gabarre pintó una plaza de pueblo con relieves tan conseguidos que las ventanas de verdad y las dibujadas se confunden. Esta fue la primera medianera de Barcelona decorada con un trampantojo, un método que alcanzó su cénit en Enamorats, 2: más de 400 m2 imitan aquí una típica fachada del Eixample, con balcones a los que se asoman decenas de personajes ilustres. Cristóbal Colón, Francesc Macià, Pau Casals, Margarita Xirgu, Mercè Rodoreda, Josep Tarradellas…
Otros muros rehabilitados no persiguen la belleza, sino el utilitarismo, como el de la calle Galicia, 16, en la Trinitat Vella, donde 30 placas solares suministran energía a la biblioteca municipal. Las placas de otra medianera, en Pere IV, 81, iluminan dos tramos de esta calle. La instalación fotovoltaica del Jardí del Sol, en la supermanzana del Poblenou, también suministra energía al edificio vecino del Arxiu Municipal Contemporani y activa el riego gota a gota. Este jardín vertical no presenta ahora su mejor aspecto.
Mucho mejor están los de los números 151, 163 y 188 de la rambla Badal, que combinan hiedras de tonos verdes, amarillentos y rojizos. “Esta explosión de color recuerda a los vecinos el paso de las estaciones”, acostumbra a decir Frederic Ximeno, el comisionado de Ecología. La jardinera del número 188 tiene forma de proa de un barco y el curioso camino que han emprendido las trepadoras completa el encanto. Parece una vela verde.
Rincones así cobran tanta importancia que se imponen incluso al nomenclátor. En la calle Xuclà, de Ciutat Vella, hay un rincón que casi todos los vecinos llaman
la plazoleta de los gatos por los que están pintados en la medianera. También las hay con dibujos o figuras metálicas de hormigas (paseo del Born, 27) y pingüinos (Constitució, 120), pero el mejor zoo es el de Riera Blanca, entre los números 139 y 147: tortugas, ciervos y pavos reales.
Algunas instalaciones incluyen poemas visuales de Junoy o de Brossa, que a su vez tiene su propia medianera (en Enric Casanovas, 23, con una obra de Perejaume). Otras medianeras custodian textos de Pere Quart, Celdoni Fo- noll y Blai Bonet. Algunos escritores homenajeados son titanes de la literatura. La medianera de los Jardins del Petit Princep tiene rosales trepadores. “Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante”, dice la principal criatura literaria de Antoine de Saint-Exupéry. Otras autoras son más modestas, como Isabel Núñez (1957-2012), que lideró la campaña vecinal que salvó en el 2007 el espectacular árbol de la calle Arimon y el olivo que lo acompaña, amenazados por una constructora. Gracias a ella, estos dos amigos siguen en pie y aún pueden decir, como en otros versos de Antoni Defez: “Ningú dorm estès / a terra, fràgil, reclòs, / aliè als vents”.
Las instalaciones fotovoltaicas de estos tabiques suministran luz a bibliotecas, calles y archivos municipales
Un muro de ladrillos, reconvertido en una ‘cascada vegetal’, es hoy una pequeña gran joya de biodiversidad