Berlín, año uno.
El mercado navideño más famoso de Alemania, el Christkindlesmarkt de Nuremberg, y todas las ferias de este tipo, intentan preservar su carácter pese al gran despliegue en seguridad tras el ataque del 2016 en Berlín
La capital alemana vive los días previos a la Navidad con el recuerdo muy presente del atentado en el mercadillo de Breitscheidplatz (foto), donde –el martes hará un año– un camión arrolló a la multitud: mató a 12 personas e hirió a 70. La protección policial es visible en los 2.500 mercados que se celebran en todo el país.
El aroma a vino caliente especiado
(Glühwein), el olor dulzón del jengibre, y el chisporroteo de las salchichas en la lumbre conviven con el vaivén de la gente que curiosea o compra en las casetas de adornos navideños, juguetes o prendas de abrigo, mientras, entre abetos engalanados, una coral infantil entona villancicos en un estrado junto a la iglesia. La plácida estampa corresponde a una tarde de día laborable en el Christkindlesmarkt (mercado del Niño Jesús) de Nuremberg, el mercado navideño más famoso de Alemania y uno de los más antiguos, documentado en 1628.
Similar ambiente se vive en los 2.500 mercados de este tipo que se celebran en Alemania, y que en el 2016 atrajeron con su encanto invernal a 85 millones de visitantes. Pero este año la atmósfera, aun siendo festiva, presenta otro ingrediente, perceptible desde que estos mercados deliciosos abrieron hace tres semanas, al inicio del Adviento, el tiempo litúrgico previo a la Navidad. El nuevo ingrediente, que ha venido para quedarse, es un incremento en las medidas de seguridad.
Hace un año, el 19 de diciembre, un terrorista islamista arrolló con un camión robado el mercadillo navideño de Breitscheidplatz, en Berlín, una acción con la que mató a doce personas –una de ellas el chófer del camión–, e hirió de diversa consideración a otras 70. Y desde que a inicios de diciembre empezó la actual temporada, todas las ciudades con mercados están pendientes de la seguridad, sobre todo aquellas que albergan los de mayor renombre internacional.
“Hoy en el mundo muchas personas identifican Nuremberg con el mercado navideño, además de con la historia del siglo XX, cuando nuestra ciudad fue escenario de las concentraciones del Partido Nazi, y del proceso a sus dirigentes al acabar la guerra”, decía el alcalde de Nuremberg, Ulrich Maly, socialdemócrata, en un encuentro con corresponsales extranjeros esta semana en el Ayuntamiento. Según Maly, “el Christkindlesmarkt es un producto muy amado, que atrae tanto a gente de la región como del resto de Alemania y del extranjero, y de momento no ha salido perjudicado por el temor a atentados”.
Para esta ciudad de 530.000 habitantes, segunda en tamaño del land de Baviera, por detrás de Munich, el Christkindlesmarkt es una marca poderosa. El año pasado, el mercado recibió 2,5 millones de visitantes, y los ingresos estimados que generó en comercio, gastronomía, hoteles y servicios rondaron los 130 millones de euros. Está a dos pasos del Ayuntamiento, en una plaza principal dominada por la Frauenkirche (iglesia de Nuestra Señora) y en sus alrededores, y en esta edición cuenta con 185 casetas.
“Miedo no tengo, tampoco pienso en que de pronto haya otro ataque; cosas malas pueden ocurrir en cualquier parte, pero no podemos quedarnos todos en casa todo el día”, dice Petra, que disfruta del mercado con unas amigas, todas ellas de mediana edad y naturales de Nuremberg, gente que lleva esta tradición metida en las venas. Sus compañeras asienten. Están bebiendo Glühwein, vino caliente de arándano aromatizado con especias. Otros clientes atacan las afamadas salchichas de cerdo con mejorana de Nuremberg, o el también famoso Lebkuchen (pan de jengibre), a la venta por doquier.
Como en todos los mercados de Alemania, el Christkindlesmarkt ha redoblado su seguridad, con obstáculos físicos para impedir la entrada de vehículos –el camión usado como arma terrorista el año pasado en Berlín halló el camino expedito– y con mayor presencia policial. “Desde el 2010 tenemos un plan de seguridad muy definido, que hemos conservado pero le hemos añadido algunos aspectos –explica Christine Schüssler, responsable municipal de seguridad–, teniendo también en cuenta que la gente se siente tranquila si ve más policía, pero que si hay demasiados agentes, entonces se alarma; hay que encontrar un equilibrio”.
Así, en las calles que desembocan en el mercado hay policías de uniforme, armados con ametralladora, con sus furgonetas aparcadas de través a modo de parapeto. Mientras, dentro del recinto de los tenderetes, los agentes visten uniformes más discretos o van de paisano.
Para no estropear la atmósfera festiva, se ha optado por camuflar los elementos de seguridad. Nu-
ADORNOS Y AROMAS TÍPICOS
Las casetas venden decoración navideña, pan de jengibre, vino caliente especiado y salchichas
LA RESPONSABLE MUNICIPAL DE SEGURIDAD
“La gente se siente más tranquila si ve más policía, pero si hay demasiados agentes, se alarma”
remberg ha instalado pesados macetones rodantes con árboles de Navidad para obstaculizar accesos, y barreras transportables con bolardos dentro de un proyecto piloto del Ministerio del Interior de Baviera, que también se está aplicando en los mercados de Munich y Augsburgo. Cada barrera de acero consta de tres bolardos de 1,20 metros de altura –pintados a rayas blancas y rojas para mayor visibilidad– hincados sobre una base amarilla, con un peso conjunto de 900 kilos. Esas barreras permiten bloquear accesos y ser retiradas con agilidad para dejar paso a ambulancias o vehículos de servicio.
En Augsburgo, además, las camionetas de los propios vendedores, convenientemente decoradas, se han dispuesto como barricadas, y en Munich usan también macetones con plantas. En Berlín se han colocado gigantescos árboles de Navidad, junto a parapetos de hormigón. Y en general, los mercados alemanes han aguzado la creatividad: el de Bochum, en Renania, ha emplazado moles de hormigón envueltas en papel de regalo.
Entre tantas medidas, ha surgido también el recelo ante el riesgo de blindaje excesivo. En una entrevista con la Agencia Católica de Noticias (KNA), Albert Ritter, presidente de la Asociación Alemana de Feriantes, abogó por proteger el carácter abierto de estos mercados. “En el futuro deben seguir representando la apertura, el encuentro, la alegría, así como nuestra manera de celebrar algo juntos y de vivir en libertad; no podemos convertirlos en fortificaciones a base de vallas y barreras”, argumentó Ritter.
Pero la alerta permanece. El pasado 1 de diciembre, la policía evacuó parte del mercado navideño en Potsdam, tras la aparición de un paquete sospechoso –contenía un artefacto casero– en una farmacia cercana. Resultó ser un episodio de delincuencia común, pero la reacción de las autoridades ilustra cómo es ahora el clima general .
“El año pasado, al día siguiente del ataque en Breitscheidplatz, guardamos un minuto de silencio en nuestro mercado, y luego continuamos –evoca Michael Fraas, encargado de Asuntos Económicos de Nuremberg–. Y este año cuando el mercado termine, empezaremos como siempre a organizar el del año que viene”. Fraas recalca que el tema de la seguridad volverá a estar muy presente en los preparativos.
“Yo me siento tranquila, de lo contrario no estaría aquí; este es mi trabajo”, zanja en su tenderete Susanne, vendedora de Zwetschgenmännle –otro producto típico de Nuremberg–, que no tiene muchas ganas de conversación. Los
Zwetschgenmännle son hombrecitos realizados con ciruelas pasas, vestidos según oficios y actitudes, que aguantan muchos días como decoración navideña, pero que en ningún caso deben comerse. Otro adorno distintivo de Nuremberg es el Rauschgoldenengel, un ángel dorado de oropel que no tiene brazos.
En realidad, todo en este mercado tiene un aire angélico. Fue inaugurado el 1 de diciembre con la tradicional alocución del Christkind (Niño Jesús), encarnado por una muchacha vestida de ángel, desde el balcón de la Frauenkirche. El Christkind es representado por una chica de entre 16 y 19 años, residente en Nuremberg, que debe medir al menos 1,60 metros y no sufrir de vértigo, pues tiene que hablar desde el elevado balcón de la iglesia. La representante es elegida cada dos años por un jurado tras una criba realizada por voto de la población.
La agenda de la agraciada, sobre todo en diciembre, está repleta: vestida de ángel con peluca rubia, corona y largo ropaje con alas, visita residencias de ancianos, guarderías, hospitales y centros de discapacitados. “Los niños me piden que les traiga juguetes electrónicos –relata Rebecca Ammon, de 17 años, la joven elegida en esta edición para un mandato de dos años–, pero también que haya paz en el mundo, que se acaben las guerras”. En efecto, en algunos lugares de Alemania, el personaje que trae a los niños regalos por Navidad es el Christkind. Su mercado en Nuremberg estará abierto hasta el próximo domingo, y esa noche en las casas de la ciudad el Christkind hará su reparto.