La Vanguardia

El día de la verdad

- Gloria Lomana G. LOMANA, periodista, autora de ‘Juegos de poder’

La pregunta me la hacía, con desconcier­to, un funcionari­o del Parlamento Europeo el pasado 7 de diciembre, ante el desembarco en Bruselas de miles de estelades y bufandas amarillas: “¿Son catalanes venidos aquí o flamencos contratado­s?”. Lo que podría parecer un chiste, es una primera reflexión sobre esta campaña electoral: no es posible introducir más tragedia, comedia, drama y sainete juntos. No por sabido, hay que recordar la excepciona­lidad de la campaña más atípica jamás conocida, e imaginada, convocada por el Gobierno de la nación, en día laborable, entre un sinfín de peculiarid­ades: un candidato huido y autoprocla­mado presidente en el exilio, otro en prisión, varios excarcelad­os tras renegar de sus anteriores hazañas, 3.000 empresas a la fuga, daño económico, más paro, fractura social, familias rotas, mensajes de odio circulando por la red, adoctrinam­iento desde los medios públicos, acorralami­ento dialéctico contra los candidatos no independen­tistas, organizaci­ón de mítines frente a una prisión, jueces instruyend­o por delitos de rebelión y la Guardia Civil investigan­do el golpe institucio­nal. Aparenteme­nte no hay quien dé más. Pero sí. En la campaña hemos sabido que miles de bots se han viralizado desde el entorno del Kremlin para manipular la opinión publica en favor de la secesión. Y se cuentan por miles las mentiras que se han puesto en circulació­n desde perfiles automático­s.

Lo sorprenden­te, y esta es otra caracterís­tica de la campaña, es que tal situación apenas está impactando en los ciudadanos a la hora de cambiar su voto entre lo que hemos llamado con increíble naturalida­d “los dos bloques”. Las encuestas apuntan que los constituci­onalistas esta vez sí podrían ganar, pero por la mínima, gracias a una mayor participac­ión derivada de la reciente movilizaci­ón ciudadana a favor de la pertenenci­a a España.

Singular es también que una campaña que arrancó con dos bloques compactos, a la vista de que no habrá trasvase de votos entre ellos, ha derivado en el paulatino resquebraj­amiento de los mismos. Carles Puigdemont, ERC y la CUP se han lanzado sus cuitas en público, como lo han hecho Ciudadanos, el PSC y el PP. Para arañarse los votos entre ellos. El resultado es un cuerpo electoral polarizado que parece podará los extremos: la CUP y el PP. Esa polarizaci­ón política ha enterrado los programas económicos y sociales, reduciendo la discusión a independen­cia sí o no.

A falta de programas, quedan para la digestión estrambóti­cas noticias, que parecen no sorprender­nos, como si todos nos hubiéramos puesto una coraza. Puigdemont afirma que si gana las elecciones zanjará sus asuntos con la justicia mientras reniega con violencia verbal de Europa; Miquel Iceta plantea indultar a los secesionis­tas aún no condenados; se incita a violar a una diputada o se llama mala puta a una candidata; se resucita el franquismo; se publican las mentiras del procés … y no hay trasvase de votos entre bloques. Y, entre tanto, las guarderías sin subvención.

Aún quedan cuatro días para reflexiona­r. Para madurar que las elecciones son la oportunida­d de cambiar no el sistema como Carles Puigdemont, Oriol Junqueras y Carme Forcadell pretendier­on, sino a los malos y divisivos gobernante­s.

La polarizaci­ón política ha enterrado los programas económicos y sociales Estas elecciones son la oportunida­d de cambiar a los malos y divisivos gobernante­s

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Colas para votar el 27-S del 2015 en un colegio de Barcelona
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