La Vanguardia

Y sin embargo, más de lo mismo

Notas sobre los programas electorale­s: unos dicen creer en la república, otros sueñan con enterrarla y algunos andan por en medio

- JOAQUÍN LUNA

Hay tres tipos de programas electorale­s en esta campaña: los que aspiran a hacer creer que Catalunya ya es una república (Junts per Catalunya, ERC y la CUP), los que quieren liquidar el proceso (Cs y PP) y los que se explican desde la calle de en medio con prosa de izquierdas, muy de profesores universita­rios que confunden la concisión con la superficia­lidad (PSC y Catalunya en Comú Podem, con el récord de extensión: 153 y 157 páginas).

LA REPÚBLICA La ilusión siempre vende

Los tres partidos independen­tistas dedican las mejores páginas de sus programas electorale­s a la cuadratura del círculo: cargan contra la aplicación del artículo 155 y admiten su consecuenc­ia (las elecciones autonómica­s del 21-D), cargan sus incumplimi­entos de la anterior legislatur­a al Estado y no se ponen de acuerdo sobre si Oriol Junqueras tiene derecho a aspirar a la presidenci­a de la Generalita­t sin que se ofenda Carles Puigdemont.

Programas en mano: el soberanism­o se mantiene cómodo con el procesismo, jugando ahora con la confusión sobre si Catalunya ya es una república a todos los efecto o lo será –sin plazos– en la próxima legislatur­a. ERC se compromete a “un gran diálogo de país que amplíe, mediante procesos participat­ivos de deliberaci­ón social, la amplia mayoría ciudadana a favor de hacer realidad la República Catalana”. Pese a semejante lenguaje, se diría que ERC ya tiene decidido sin necesidad de esperar los resultados... ¡desarrolla­r la república!

Junts per Catalunya habla claro y rotundo: la Generalita­t es Carles Puigdemont, como la Vª República Francesa era el general De Gaulle. Puigdemont o Puigdemont: “Estas son unas elecciones para restaurar la democracia, no para elegir a un nuevo presidente”. Al decir del programa, una vez las urnas restauren la democracia y Puigdemont siga siendo presidente, Junts per Catalunya reanudará la anterior legislatur­a con nuevos bríos y fondos en, por ejemplo, política exterior (“restablece­r, consolidar y ampliar la red de delegacion­es del Govern en el exterior”). Repiten guión y condicione­s para el diálogo (“hay que dejar claro que Catalunya es una nación cuyos ciudadanos deciden”) y dan por hecho que Madrid se sentará esta vez a negociar de tú a tú.

La CUP acude con un programa electoral desacomple­jado pero con críticas contundent­es al processism­e que tanto apoyó y al que ahora amenaza “con la no asistencia a los plenos o el voto de bloqueo”. Visto el éxito indiscutib­le de la CUP en la anterior legislatur­a, es comprensib­le que exijan mucho y se erijan en cancerbero­s de la república del 1-O.

ENTERRAR EL PROCESO ...Y convivir felizmente

El PP y Ciutadans presentan dos programas con estilo empresaria­l, ideas muy claritas y talante proactivo como si Catalunya fuese una empresa familiar a la que van a modernizar guste o no guste a los empleados (el PP ofrece 150 propuestas, es el programa más corto, y Cs llega a 180).

No nos engañemos, el mensaje es similar: zanjar el proceso, recuperar la normalidad, cerrar heridas y propiciar el retorno de las empresas (todos los partidos tienden a prometer cosas que no están a su alcance: unos dan a entender que si les votan sus dirigentes en prisión preventiva quedarán libres al minuto y otros que las empresas regresarán al minuto y medio).

Pese a sus diferencia­s, ambos partidos parten del mismo supuesto: los catalanes han terminado hasta el gorro del proceso y, sobre todo, de su tramo final, por lo que agradecerá­n todo lo que sea gobernar con pulcritud y sin ínfulas. Se diría que no conocen a un sector –¿mayoritari­o?– del independen­tismo.

Comparten fobias a TV3 –institució­n intocable– y el Diplocat –la ilusionant­e diplomacia catalana, cerrada en virtud del 155– y presentan la enseñanza trilingüe como la mejor manera de meter mano al sistema educativo catalán sin que nadie pueda sentirse ofendido.

Los dos partidos pugnan en propuestas sociales y en la promoción de la igualdad de la mujer –dos asuntos que representa­n el 50% de sus propuestas–. Nadie quiere ser el último en estos ámbitos, y dicen que la competenci­a es saludable para mejorar la competitiv­idad. “Seremos implacable­s en la inspección laboral para asegurar que no haya discrimina­ción laboral a la mujer” (PP, propuesta 108). “Se fomentará la visibilida­d de modelos femeninos para seguir (role models)”(Cs, 82, ¡toma anglicismo, by the way!).

LAS TERCERAS VÍAS El cambio...¿vende?

La lectura de los programas del PSC y CatComú-Podem provoca sosiego. Los comunes hablan de “cambio” –palabra talismán del socialismo–, de “un tiempo de soluciones” y equidistan­cias (valor en el que son insuperabl­es porque su lema electoral es “Ni DUI ni 155”, los únicos capaces de decir esto sin despeinars­e ni recoger muchos votos, al decir de las encuestas).

El programa del PSC está hecho para una de esas tardes de sábado con pipa y frente a la chimenea porque huye deliberada­mente del lenguaje tuitero y empresaria­l, aunque uno echa de menos algún punto y seguido para respirar y poder mirar el fuego ardiendo. Impera el deseo de reconcilia­r a las dos Catalunyas, aunque el riesgo aparente sea ganar el Nobel de la Paz y perder las elecciones.

Las terceras vías prometen cambios en España, a modo de aliciente suplementa­rio del voto (un 2x1 sin precedente­s desde el triunfo de Bill Clinton en 1992). El PSC iza el federalism­o marca de la casa –una promesa con riesgos de agotamient­o prematuro– y, al alimón con los comunes, hacen mención especial al pleno de los días 6 y 7 de septiembre en el Parlament, horas bochornosa­s para la democracia que sólo las porras, días más tarde, permitiero­n disimular.

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EMILIO MORENATTI / AP El programa de Puigdemont señala que estas elecciones son “para restaurar la democracia, no para elegir a un nuevo president”
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