Cinco años de penitencia
Imaginen por un minuto la situación a la inversa. Se trata de hechos reales, conforme al auto judicial basado en la autopsia y varios testigos. Ocurrieron el día 8 de diciembre en Zaragoza.
Un independentista antisistema lleva unos tirantes con la estelada y está de copas en un bar. Con discusión o sin ella, un militante de la extrema derecha española le fractura el cráneo con un objeto contundente, “por la espalda, sin posibilidad alguna de defensa” para la víctima.
Ya en el suelo, medio muerto, el antisistema independentista recibe varias patadas –la autopsia revela fractura nasal– del facha, que había cumplido cinco años de condena por dejar tetrapléjico a un guardia urbano de Barcelona. El ultraderechista siguió la ronda de copas con sus amigos.
Tranquilos. Que no cunda la alarma social en Catalunya: la víctima llevaba tirantes con la bandera de España, simpatizaba con Falange y era motero mientras que el presunto autor pertenece a los círculos del movimiento antisistema, aliado fiel –y muy exigente, eso sí– del proceso.
¿Se imaginan el clamor si un facha con antecedentes mata por la espalda a un soberanista en un bar?
Los hechos han tenido poco eco en Catalunya a pesar de que la víctima era natural de Terrassa. Seamos sinceros: ¿se imaginan a la inversa?
Yo sí: la maquinaria propagandística del soberanismo hubiese utilizado una muerte que repugna para pintar todo lo español como fascista, franquista, falangista... ¡Cuánta indignación cívica y mediática hubiésemos tenido que soportar!
Y hablo en primera persona del plural por una razón simple. En los últimos cinco años, discrepar de la gran ola soberanista desde Catalunya te condenaba a ser presentado, identificado y estigmatizado como antidemócrata y residente en las cavernas.
¿Que alguien no pensaba votar el 1-O? Aparecían carteles por las calles, al parecer de buen rollo a ver si así nos animábamos a votar, con la figura de Francisco Franco. Es decir: si te abstienes o discrepas, eres un facha.
La culminación de esta mentalidad, muy impregnada en el movimiento soberanista, la vimos con la manifestación “españolista” del 8 de octubre en Barcelona. Las redes, los medios afines y bastantes opinadores se apresuraron a resaltar –antes y después de una expresión pacífica y sin un papel en el suelo– el carácter ultraderechista y alarmante de la marcha.
¿Alguien se extraña del ascenso electoral de Ciutadans?
Yo soy optimista con el panorama postelectoral. Gane quien gane. Doy por descontado que el soberanismo ya no despreciará a los catalanes contrarios a la ruptura por las bravas, ni nos seguirá impartiendo lecciones de moral, valores y democracia.
Hemos sufrido cinco años de penitencia. No es que fuésemos invisibles, es lo de menos: se nos ha reducido a franquistas. Aunque no utilicemos en plena campaña una tragedia para denigrar, salvo al asesino.