Porra electoral en el bar
Los caminos de la fidelización son inescrutables. Las compañías hacen ofertas para captar a nuevos clientes. Los primeros meses son gratis, descuento en el nuevo smartphone, aquí va un dos por uno. Luego abusan de tu confianza. Da rabia comprobar que tratan mejor al recién llegado que a ti, que llevas meses pagando religiosamente la cuota. Además, han ido subiéndote el precio aunque la tarifa plana que contrataste prometía ser fija. Hablo de telefonía, pero también de eléctricas, de plataformas online.
O de política. La situación será tan ingobernable que la cuestión no es a quién votarías, sino con quién pactará el partido al que votes. Del voto en contra, propio del bipartidismo, hemos pasado al voto receloso: qué acabarás votando en realidad. La venezolana desencantada residente en Barcelona lleva dos papeletas en el sobre que mañana dejará en Correos, antes de volar a Miami. Aún no ha decidido cuál descartará, qué traición le pesaría menos. Las encuestas carecen de sentido cuando los electores no están convencidos. Es como serle fiel a alguien
Si Trump es presidente de Estados Unidos y Rajoy de España, está claro lo que pasará en Catalunya, ¿no?
en quien llevas años confiando, consciente de que puede pegártela con tu peor enemigo. Por tu bien, por necesidad y obligación, tal vez. Pero nadie quiere ser el cornudo apaleado.
Hacemos una porra. Estamos en un pub irlandés, hay fútbol en la tele y el periodista del Montseny apunta los resultados en una servilleta de papel. ¿Qué marcamos? ¿Número de votos, número de escaños o pactos? Somos de letras, así que en el primer intento, con la calculadora en la mano, nos sobran veinte diputados. A ver, no es tan difícil, hay que repartir ciento treinta y cinco entre siete. Es una ecuación imposible. Tras estrujarnos las neuronas, estrujamos la servilleta que acaba hecha una pelota.
Si Trump es el presidente de Estados Unidos y Rajoy lo es de España, está claro lo que pasará en Catalunya, ¿no?, aventuro. Vale, le ponemos más de treinta a Ciudadanos, sugestionados por los últimos sondeos. Recuperamos la servilleta. Esquerra también supera la cifra, por motivos obvios. Pero a partir de aquí, los cálculos difieren. La editora sobria le da veintinueve al PSC. ¡¿Qué?! Ni siquiera el columnista estrella y el editor gallego se han atrevido a tanto, aunque reconocen que Iceta le vendería una nevera a un esquimal. La CUP oscila entre los cinco y los siete. “La lista del president, ¿cómo se llama?”, dice uno. Otro le da un montón de escaños a Catalunya en Comú, y el catalán empadronado en Baleares comenta que antes se iban a pegar un batacazo porque Colau no se posicionaba y ahora se lo pegarán por haberlo hecho. También comenta que Albiol es el único que ha admitido que pactará porque le gustaría ser vicepresidente. Luego matizó.
De repente, el más callado, que lo observa todo, pregunta: “¿Cómo determinaremos quién gana?”. Y me temo que esta va a ser la cuestión.