“Un icono consolidado”
Los fotógrafos viven una carrera en busca del plantígrado desnutrido y famélico
El oso se ha convertido en el icono del cambio climático. El éxito de su fuerza visual ha quedado documentado desde hace años en las instantáneas que lo fotografiaban en témpanos de hielo menguantes como símbolo de su vulnerabilidad ante el derretimiento de los hielos árticos. Los fotógrafos han encontrado aquí un filón. Pero a la vez ha despertado una enconada carrera por encontrar las imágenes más conmovedoras. Su simbolismo se mantiene firme pero en los últimos tiempos este emblema ha evolucionado para ofrecer la versión de un animal desnutrido, famélico, víctima agónica de la destrucción de su hábitat, expulsado del paraíso. De hecho, esta carrera ha dado como resultado fotografías de osos moribundos cuya muerte ha sido relacionada con el cambio climático sin pruebas.
“La imagen de este oso moribundo de Canadá transmite compasión de un ser vivo hacia otro ser vivo. Resume todo el infortunio y el dolor de quien no puede atribuir la causa de lo que le está pasando, ni puede relacionar causa y efecto”, declara Jordi Bigues, escritor y divulgador ambiental.
“No sabemos si ese oso concreto se puede relacionar con el cambio climático, pues puede haber muerto por enfermedad o parásitos. Pero sí sabemos que las condiciones del Ártico hacen que cada vez sean más probables escenas como esta, porque está desapareciendo la banquisa y los osos están perdiendo sus fuentes de alimentación”, explica Pablo Meira, pedagogo, profesor de la Universidad de Santiago y experto en educación ambiental. “Asociar la imagen del oso al calentamiento es legítimo, puesto que es algo que está pasando”, dice Meira. Para este profesor, el mejor símil es el huracán Katrina. “No podemos saber si el huracán lo ocasionó directamente el cambio climático; pero sí sabemos que en una coyuntura de cambio climático la frecuencia e intensidad de los huracanes será mayor”, expone. Meira admite que la imagen de un oso polar como símbolo del calentamiento puede hacer pensar que este es un problema lejano (“que no afecta a las personas”), pero su implantación ya “está plenamente consolidada” en el imaginario de lo que ha aprendido la ciudadanía.
Andoni Canela, fotógrafo de naturaleza y autor de varios libros sobre fauna salvaje, advierte de que “las imágenes sobre el cambio climático deben proporcionar un contenido con precisión, porque este fenómeno se ha documentado con datos científicos”. “Las imágenes en sí mismas pueden no transmitir nada. Hay que dar datos precisos para no dar alas a la reacción del negacionismo climático”, dice.
“La foto transmite compasión, resume el infortunio y el dolor de quien no puede relacionar causa y efecto” (Jordi Bigues)