Charlotte Gainsbourg estrena película y disco tras instalarse en Nueva York
Estrena disco y película tras instalarse en Nueva York
La vida empieza a los 46 años. Otra vida para Charlotte Gainsbourg, instalada con su compañero y sus tres hijos en Nueva York: “París me recordaba demasiado a Kate”. Es decir, a su hermanastra Kate Barry (hija de Jane Birkin y del compositor John Barry), que se suicidó hace cuatro años.
Charlotte está muy presente en Francia. Dos portadas y páginas interiores de Madame Figaro en menos de un mes (en una como musa de Anthony Vaccarello, el siciliano director creativo de Yves Saint Laurent; en la otra, como actriz) y artículos en todos los periódicos saludan a la cantante por su disco Rest.
Pero también a la actriz, por el estreno de La promesa del alba, según la novela de culto de Romain Gary , con Charlotte, avejentada y engordada con artificios, en el papel de Nina, la delirante madre del escritor.
En el disco, dos sorpresas: Charlotte canta en francés (hasta ahora lo hacía en inglés, su lengua auténticamente materna) y también debuta como letrista. Textos dramáticos y pudorosos para recordar a Kate. O revelar que se acostó junto al cadáver de su padre, “para despedirme”.
Dos colaboradores aportan su granito de inmensa popularidad: Paul Mc Cartney le escribió un tema y la acompaña con su guitarra. Y pone su voz Guy Manuel de Homen-Christ, cuyo nombre no suena pero si Daft Punk, el profesional, que comparte con Thomas Bangalter.
La nueva Charlotte ostenta una voz más firme, que la diferencia del susurro de su madre. Y si el disco recrea un ambiente de banda sonora, con alusiones al clima de los filmes de John Carpenter, es porque Charlotte es “gente de cine”. Y veterana: tenía 13 años cuando debutó frente a una cámara (y ante un micro, a dúo con su padre). Desde entonces no ha parado: cinco discos, con el actual. Y una filmografía que sobrepasa la media centena de títulos. Sólo en el 2017 trabajó con cinco directores diferentes.
Palma de Oro en Cannes por Anticristo, el filme de Lars von Trier que le valió también el Sant Jordi en el 2010, su papel en aquela película creó violenta polémica.
La actriz asume: “Es evidente que tengo un cierto masoquismo. No en la vida, sino en el cine, donde me reconozco hasta un grado de perversidad”.
Uno de sus directores de este año, Arnaud Desplechin, revela que cuando la llamó para saber qué le había parecido el guion, “Charlotte me preguntó, desconcertada, en dónde estaba el sufrimiento. Ella necesita un personaje atormentado para poder vibrar”.
En pareja desde 1991 con el también actor y director Yvan Attal, con quien tiene tres hijos, Ben (1997), Alice (2002) y Jo (2011), y a cuyas órdenes rodó cuatro películas, Charlotte no olvidará nunca el año en el que se conocieron, el de sus 19. Porque es el de la desaparición de Serge Gainsbourg. “Yo pensé que nunca me recuperaría de esa pérdida –dirá más tarde–; Yvan tuvo la paciencia de esperarme, cuando yo iba en plan zombi. Me llevó cerca de diez años salir de aquello”.
Sin dejar de trabajar (cine, teatro; una colaboración con Madonna, otra con su madre), de brillar (quince premios a mejor actriz y treinta nominaciones) ni de provocar discusiones. De casta le viene: fueron precisamente un clip (Lemon incest), y un filme (Charlotte for ever), de su padre, los primeros escándalos que protagonizó. Ese padre “que naturalmente cuando dirigía, grababa o actuaba, no era la misma persona”.
En su nuevo álbum, ‘Rest’, canta por primera vez en francés y también debuta como letrista