La Vanguardia

El último sherpa de Hillary

El nepalí Kancha Sherpa recuerda su papel en la primera expedición que culminó el Everest, el 29 de mayo de 1953

- ROSA M. BOSCH Namche Bazar (Nepal)

Sí, sí, yo estuve con Tenzing y Hillary en el Everest, en 1953”, repite Kancha Sherpa acomodado en el comedor del Nirvana Home, el hostal que regenta su hijo en Namche Bazar, un dinámico pueblo en la ruta del campo base de la montaña más alta del mundo, en Nepal. Los huéspedes del Nirvana, senderista­s y escaladore­s de todo el mundo, están satisfecho­s de poder charlar con un personaje que formó parte de la primera expedición que coronó el Everest y bajó para contarlo. Y su hijo, Tshering Penjo, complacido de que su padre sea un atractivo reclamo de su establecim­iento.

En la tarjeta del Nirvana Home, además de los servicios que ofrece el local –agua caliente, wifi, restaurant­e, helicópter­o de rescate...–, se destaca como un plus “las narracione­s de Mr. Kancha”, de 85 años. Kancha es el último supervivie­nte de la veintena de sherpas que acompañaro­n al equipo liderado por el británico John Hunt en el Everest. El neozelandé­s Edmund Hillary y el nepalí Tenzing Norgay, los dos que pisaron la cima, falleciero­n en el 2008 y 1986, respectiva­mente. Los restantes integrante­s, entre ellos once alpinistas occidental­es y nueve guías de altura, también murieron, precisa Kancha.

De aquel grupo, sólo sobreviven Kancha y James Morris, periodista de Gales que documentó en primera persona la ascensión para The Times. James es Jan desde 1964, tras un proceso de cambio de sexo. A sus 91 años, la escritora reside en la campiña galesa.

Kancha se enroló con el selecto equipo de montañeros gracias a Tenzing Norgay. Apenas tenía experienci­a en alta montaña, aunque había nacido en Namche

Bazar, a 3.440 metros de altura, en la capital de la región sherpa de Solo Khumbu. “A los 20 años mi padre me envió a trabajar con Tenzing, que entonces vivía en Darjeeling (India). Tenzing y mi padre, Ang Babu, se habían hecho amigos en 1952, ambos formaban parte de la expedición suiza que intentó escalar el Everest por el

Tíbet”, cuenta Kancha, en su habitación del Nirvana, donde pasa muchas horas rodeado de recuerdos y recitando mantras. Durante la conversaci­ón no deja su rosario budista y en la mesita de noche reposa una rueda de oraciones.

Tenzing, reclutado para la siguiente aventura al techo del mundo, la de 1953, propuso a Kancha que se sumara al grupo, que ayudara porteando material. “No tenía experienci­a pero dije que sí y me dediqué a subir botellas de oxígeno, tiendas... Llegué hasta el último campo, a casi 8.000 metros”.

Ahora, cada primavera, los denominado­s Icefall Doctors colocan escaleras metálicas y cuerdas

Kancha es el único que queda de la veintena de sherpas que apoyaron a Hillary y Tenzing en su ascenso

“No tenía experienci­a pero dije que sí a Tenzing y me dediqué a subir botellas de oxígeno y tiendas”

en los primeros escollos del itinerario, la Cascada de Hielo, para facilitar el ascenso. Kancha recuerda que en el 53 lo que hicieron fue equipar este tramo con troncos. En Namche Bazar cortaron unos 20 árboles que trasladaro­n hasta el campo base.

“Cuando Tenzing y Hillary alcanzaron la cumbre antes del mediodía del 29 de mayo yo estaba en el campamento 2, nos avisaron de que lo habían conseguido por radio. Llegaron arriba juntos los dos”. Kancha, que no sabía leer ni escribir, supo aprovechar su papel en este engranaje de éxito que movilizó a 400 personas, la gran mayoría porteadore­s.

“Después, participé en otras cinco expedicion­es al Everest como guía de altura, la última en 1973. Me dediqué a la montaña hasta que un día mi mujer me dijo que se había acabado, que era demasiado peligroso”. Como tantos otros sherpas, montó un lodge para alojar a turistas en Namche Bazar. Cuando el frío empieza a asomar baja a la capital, a Katmandú, para pasar el invierno.

A sus 85 años, ha sido testigo de la transforma­ción radical del Everest y también de su pueblo. Miles de personas recalan cada primavera y otoño en un Namche Bazar trufado de cafeterías que ofertan expresos y capuchinos, restaurant­es con wifi y tiendas donde se vende lo último en material de alpinismo. La población local poco a poco va cambiando su vestimenta tradiciona­l por los cálidos anoraks que copian los de una conocida marca americana.

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ROSA M. BOSCH Kancha Sherpa, en su habitación del Nirvana, decorada con fotos y recuerdos de sus expedicion­es
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KEYSTONE / GETTY Edmund Hillay y Tenzing Norgay, tras su ascenso al Everest

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