La Vanguardia

De la papeleta al décimo

Cuatro horas de viaje en tren y coche desde Barcelona para poder votar en La Fatarella y regresar al trabajo antes del mediodía

- SARA SANS Tarragona VICENÇ LLURBA

La celebració­n de una jornada electoral en día laborable ha provocado situacione­s anómalas, pero no ha podido romper con las tradicione­s de estas fechas navideñas como la compra de los décimos para el gordo de Navidad, sin duda cargados de más ilusiones que las papeletas con que hoy se ha votado.

Ir y venir en cuatro horas, imposible. En el mejor de los casos, el trayecto de Barcelona a La Fatarella –en la Terra Alta casi tocando a Aragón– requiere tres horas de tren más veinte minutos de coche. Eso si no hay ningún imprevisto. Y sólo hay cuatro trenes al día. Así que Anna y Alba, que trabajan en Barcelona pero están empadronad­as en su pueblo, decidieron salir el jueves media hora antes de la oficina para coger, a las 18.15 horas, el último tren del día con destino a Móra la Nova. Y ahí empieza la odisea para llegar a la urna y regresar lo antes posible a la ciudad.

Desde Barcelona, se tarda lo mismo en tren hasta La Fatarella (173 kilómetros) que en avión a Estambul. Una inversión forzosa de cuatro horas de viaje por trayecto a la que Anna y Alba están abonadas desde que a los 18 años –ahora tienen 29 y 30)– empezaron a estudiar en Barcelona y, como tantos otros de su generación, ya no han vuelto al pueblo. “Esta vez no hemos pedido el voto por correo...queríamos asegurarno­s y poner nosotras la papeleta en la urna”, dice Anna.

La primera etapa del viaje la cubren con un Regional Express que pasa a las 18.20 por la estación de Passeig de Gràcia y que llega, tal y como está anunciado (¡que suerte!), a las 19.40 horas a Tarragona. Para optimizar el viaje han decidido bajar y continuar el periplo en coche. Conduce Adrià, el hermano de Alba, que trabaja en Salou y las espera para ir juntos hasta el pueblo. Se ahorran casi dos horas de tren y tener que llamar a algún familiar o amigo de La Fatarella para que las vaya a recoger a la estación de tren de Móra la Nova y las acerque a casa (veinte minutos más de coche).

“Estamos empadronad­os en La Fatarella porque somos de ahí y seguimos muy vinculados al pueblo... Además, si todos los que trabajamos fuera nos desempadro­náramos quedaría poca gente...”, coinciden los tres. La mayoría de sus amigos también trabajan fuera. Han hecho trayectos bastante más largos para votar. El pasado 1 de octubre Anna viajó directamen­te desde Hamburgo (donde había vivido los cinco meses anteriores por el trabajo) a La Fatarella. Y Alba, hizo lo propio desde Amsterdam. “Siempre hemos votado”, aseguran. Alba, que residió cinco años en Berlín, lo hizo alguna vez por correo: “Pero muchas veces hay problemas”.

En La Fatarella 833 censados tienen derecho a voto. “A primera hora de la mañana han venido muchos”, afirmó el alcalde Francisco Blanch (ERC). No en vano, antes del mediodía ya había votado más del 40%. A partir de media tarde, otro repunte. Entre otros, la hermana de Anna y su pareja, que trabajan en Tarragona, y sus padres, que residen en Vic e iniciaron el viaje el mediodía. Anna y Esther fueron de las primeras en depositar su voto en el Casal del pueblo. Para llegar a la oficina antes del mediodía decidieron regresar a Barcelona en coche. Tres horas más y algo de retencione­s para entrar en la ciudad. Y el viernes, otra odisea, esta vez la navideña.

Desde Barcelona se tarda lo mismo viajando en tren hasta La Fatarella que en avión a Estambul

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Alba y Anna viajaron en tren desde Barcelona a Tarragona, donde las esperaba Adrià para continuar el viaje hasta La Fatarella en coche

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