‘L’hereu escampa’
Puede considerarse ‘hereu’ al dirigente político que, elegido a dedo por su predecesor, se hace con la dirección de un partido
Vaya por delante la traducción castellana de la expresión catalana hereu escampa, que es “heredero derrochador o manirroto”, o sea, el que pone en riesgo y dilapida el patrimonio familiar, alguien semejante, aunque no exactamente igual, al que en Castilla se llama “pródigo”. Nunca se la oí usar a mi padre, ni siquiera durante los años en que ejerció como notario en Ripoll, pese a que por aquel entonces la familia pairal aún subsistía en los pueblos de la comarca. La primera vez que me tropecé con un hereu escampa fue en el Homenot que Josep Pla dedicó a Josep-Maria de Porcioles, en el que describió así a su abuelo: “El abuelo Pere de Porcioles fue el clásico propietario rural hereu escampa, manirroto, ligero de cascos y atolondrado. Apasionado de ferias y mercados, coleccionista de fiestas mayores, romerías y todo tipo de aglomeraciones humanas, llegó a ser conocidísimo en Banyoles, Figueres, Girona, Olot, etcétera, como hombre dominado por una irrefrenable tendencia a sentarse a la mesa. Pulsó toda la lira: almuerzos, meriendas y cenas. No hace falta decir que fue un hombre extremadamente simpático y que al morir dejó todas sus fincas hipotecadas”. Una de estas fincas –un mas en el término de Besalú– la compró Francesc Cambó, quien, pasado el tiempo, tenía la delicadeza de ofrecérselo en venta a Josep-Maria de Porcioles siempre que lo veía, por intuir el alto valor sentimental que para él tenía aquella casa, remarcando que se la vendía por el mismo precio por el que la había comprado. Esto último –que Cambó se la ofreciese a Porcioles por el mismo precio de compra– es lo que más extrañeza provocaba en Pla.
También aparece el hereu escampa en otros libros de Pla. En El meu país escribe: “El ampurdanés ama mucho las cosas de este mundo. Es un sensualote generalmente moderado, con las naturales minorías de alocados y de hereus escampes”; y añade: “Es asimismo cierto que, sobre el Ampurdán, flota habitualmente un poco de avaricia. Es precisamente por esto por lo que el paisaje es tan hermoso. Los paisajes construidos por hereus escampes son desordenados y horribles. Un paisaje construido por avariciosos es una maravilla. El dilema es este”. En realidad, el hereu escampa es una desviación negativa del sistema sucesorio tradicional catalán estructurado sobre la figura de un heredero único –l’hereu–, que aseguraba la continuidad de la empresa familiar agraria –la casa pairal –al garantizar la observancia de los dos principios en cuyo respeto descansa su permanencia: evitar la disgregación del patrimonio familiar y asegurar la unidad de dirección. El correcto funcionamiento de este sistema sucesorio vertebrado por la figura del hereu fue determinante del desarrollo de la agricultura catalana durante el siglo XVIII, y propició un mayor progreso socioeconómico que en los países regidos por sistemas hereditarios de estricta igualdad entre todos los hijos. Por esta razón, Vallet de Goytisolo ha escrito que la figura del hereu “es una institución beneficiosa que no puede abolirse por el hecho de que excepcionalmente se use mal de ella”. Y Vicens Vives apunta con razón que el hereu escampa es “un subproducto degenerado de una institución eminentemente social”.
Dos ideas inspiran este modo de articular el hecho sucesorio: 1) Que la atribución a uno de los hijos de la cualidad de hereu no se hace para privilegiar y favorecer a la persona del elegido, sino para que este utilice el poder que su posición dominante le otorga en defensa de los intereses de la casa, es decir, de la continuidad de la empresa familiar. 2) Que el mal uso excepcional por algún heredero de su condición de tal no basta para enervar los efectos beneficiosos que esta institución ha generado históricamente, evitando la disgregación de los patrimonios agrarios y propiciando la emigración de los excedentes de población.
Estas ideas siguen siendo válidas a la hora de articular la sucesión de las empresas industriales y comerciales, y también pueden resultar útiles para valorar algunos comportamientos que ocasionalmente se producen en la esfera pública. Así, puede considerarse un hereu a aquel dirigente político que, elegido a dedo por su predecesor, se hace –por supuesto con una formal cobertura democrática– con la dirección de un partido político asentado, con una larga historia de éxitos y con unas sólidas expectativas de futuro. En esta situación envidiable, el hereu puede seguir dos caminos: invertir el capital de credibilidad de que dispone en proyectos diseñados con prudencia y ejecutados sin riesgos mayores, o bien lanzarse en pos de objetivos desmesurados, sin contar con la realidad de los hechos, infravalorando las dificultades y poniendo en peligro todo el capital heredado, que acaba por desvanecerse. Del político que opta con arrogancia por esta segunda vía, pone en peligro a las instituciones y cosecha al fin un fracaso sonado, puede decirse con razón que es un auténtico hereu escampa . Y, siguiendo con el símil, cabe añadir que no deja tras de sí un paisaje maravilloso sino un paisaje desordenado.