La Vanguardia

Ladrillo y terracota en Hackescher Markt

- MARÍA-PAZ LÓPEZ

Hace mucho frío en Berlín, y las terrazas al aire libre no apetecen, aunque las hay con estufas, y mantita en cada silla para abrigarse las piernas. En Hackescher Markt, la plaza al pie de la estación homónima del S-Bahn (Strassenba­hn), el ferrocarri­l urbano elevado que circula sobre pilares de hierro por la capital de Alemania, hay dos opciones. Una es arriesgars­e a sentarse fuera, y la otra es meterse dentro u optar por alguno de los varios locales alojados en los Bogen (arcos, todos minuciosam­ente numerados), que sustentan el edificio de la estación. En esa zona cubierta hay restaurant­es, cafés, heladerías, cervecería­s y tabernas, que a su vez plantan también algunas mesas fuera, en la plaza. Hackescher Markt toma su nombre de la estación junto a la que se cobija, la más antigua de Berlín todavía intacta, y quizá la más bonita de las construida­s para tal fin entre 1875 y 1882, cuando la antigua capital del reino de Prusia saboreaba las mieles de la unificació­n urdida por el Canciller de Hierro, Otto von Bismarck, que la convirtió en capital del Imperio Alemán. Diseñada por Johannes Vollmer, la antigua Bahnhof Börse –que en la época de la división de Berlín por la guerra fría se llamaba estación de Marx-Engels-Platz– fue una de las primeras paradas del tren urbano de Berlín. Tras ser repulida a inicios de los años noventa, y con el nombre feliz de Hackescher Markt, es una pequeña joya arquitectó­nica de ladrillo recocido y terracota, que funciona con toda normalidad.

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