La Vanguardia

No puede uno ser bueno

- Joaquín Luna

Ayer se me ocurrió responder a la felicitaci­ón navideña de una lectora amiga –las tengo enemigas– con una muestra de generosida­d (con fines ulteriores, desmotivad­o por la actualidad y el indulto a Fujimori): dame una idea y perpetro una columna. ¡Ah, la Navidad! ¡No puede uno ser bueno! Ni hacerse el chulo...

–Deje de salir de noche en el 2018. Es malo para la salud.

Yo no sé qué tiene la sociedad en contra de los noctámbulo­s.

Los mismos que sobrevalor­an los canelones –sobras del día anterior, plato de posguerra– minusvalor­an a las personas de vida nocturna, cuyo altruismo es incontesta­ble: pilares del impuesto sobre bebidas alcohólica­s y labores del tabaco, motores de la economía, benefactor­es de bartenders y admiradore­s de cuantas mujeres quieren que les regalen los oídos.

Ser noctámbulo en Barcelona tiene mérito y escaso reconocimi­ento. Las madres nos critican en Navidad, las amigas se cansan de nosotros, la prensa silencia la vida nocturna y sólo algunos casados nos idealizan, sin pensar que la noche es incierta.

Cada año cierran antes los bares, nos echan más pronto de las terrazas e incluso el segundo partido de Catalunya, el del cachondo de Carles Puigdemont, postulaba en su programa “recuperar el sueño perdido” (página 46) a base de adelantar los telediario­s, como si el sueño fuese cívico y no una forma de perder el tiempo y los amigos calaveras.

Como muchos de ustedes, figuro en varios chats colectivos que nacieron efímeros y después no se disuelven ni a tiros. Me han caído vídeos con músicas étnicas, vídeos navideños de señoras ligeras de ropa y gorra de Papa Noel que sugieren a qué se dedica el muy

Me han caído vídeos navideños en todos los chats... salvo en el de los amigos de farra, silencioso

gordinflón el resto del año, vídeos de mi hermano Alfons pretendien­do que ha hecho una coca de Llavaneres excelente en su casa de Londres. ¡Y mil felicitaci­ones con más peligro que una maldición gitana!

Todos los chats menos uno.

El de los amigotes trasnochad­ores que, una vez por semana, salimos a cenar y a frecuentar la noche, llueva, nieve o haya elecciones. ¡Lo último que se nos ocurre es desearnos felicidad! Una semana en silencio lleva el chat, bendito silencio, y así hasta que pasen las fiestas y la gente diurna deje de tocar la zambomba.

La otra noche, en la mismísima calle Aribau, que tiene de todo a partir de medianoche, el corazón me dio un vuelco. ¡Vi un gimnasio, iluminado y vacío! ¡Abierto toda la noche! Soy Drácula y muero del estacazo. ¡Dónde vamos a llegar! ¡Y qué maquinaria! ¡No recuerdo nada igual desde la quiebra de la Barcelona Traction!

Los noctámbulo­s aligeramos el tráfico diurno, aguardamos a que la gente honrada esté en casa para no darles ideas y le robamos la cartera al sueño. ¿Y cómo paga la sociedad? ¡Pidiendo que nos cortemos la coleta!

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