Operación frío bestial
Sobre cómo afronta la bajada de temperaturas el Centre d’Acollida d’Animals de Companyia de Barcelona
El número de vecinos del barrio de Sant Antoni que se equipan con un botella de agua con un poco de jabón a la hora de sacar a pasear a sus perros crece últimamente. Y cada vez que la mascota hace pipí su dueño riega el espacio de acera afectado. Dicen que una portera de edad avanzada fue la pionera de este nuevo hábito que no cesa de expandirse por este lado del Eixample. De repente, hacerlo de otro modo, resulta vergonzoso. Las costumbres cambian.
Hasta hace muy poco tiempo los perros abandonados que no encontraban un nuevo hogar eran sacrificados. Las perreras estaban pensadas para que sus inquilinos pasaran allí estancias más bien cortas. Para bien o para mal. Además, en el pasado mucha gente estaba convencida de que los perros no pasaban frío, que les traía sin cuidado pasar las noches al raso. Hoy día, en cambio, los canes, sobre todo los más mayores, y también los menos agraciados, y también aquellos de razas consideradas peligrosas, pueden pasarse meses en el Centre d’Acollida d’Animals de Companyia de la carretera de la Rabassada. Estos días funciona allí la otra operación frío, permanece activado el protocolo Coixinets, los gatos duermen junto a radiadores... La otra operación frío se pone en marcha en cuanto la temperatura ronda los cinco grados centígrados. En realidad cuando a los trabajadores del Centre les parece oportuno.
El comisionado municipal de Ecología Frederic Ximeno explica que muchas veces las mantas y los jerseys de cuatro mangas no son suficientes. Muchos animales insisten en comérselos. Algunos de ellos, los más nerviosos y activos, no cambian de actitud siquiera cuando les ofrecen juguetes de resina que esconden una agradable sorpresa en su interior. Al parecer se trata principalmente de una cuestión de carácter. Estos días Xena, si tiene la oportunidad, se devora el abrigo. Y Ameli la manta. De manera que estos animales, al igual que aquellos que padecen algún problema de salud, son traslados a dependencias internas del centro. Una caldera calienta el firme de las jaulas, pero las dependencias internas son mucho más acogedoras.
“El protocolo Coixinets –prosigue el comisionado Ximeno– consiste en una serie de medidas de secado de los espacios de los animales a fin de prevenir problemas derivados de la dermatitis plantar. El problema es que en el pasado este tipo de instalaciones se levantaban pensando que los animales no pasarían allí mucho tiempo. Pero ahora nuestro objetivo es que todos los animales sean adoptados, que todos tengan una nueva familia. Lamentablemente atravesamos un momento complicado. El número de abandonos de este año es superior al del anterior. Y las adopciones no se están incrementando al mismo ritmo. Queremos que los animales pasen aquí el menor tiempo posible, pero...”. El año pasado ingresaron en la Rabassada 1.036 perros y 644 gatos, y de ellos fueron adaptados respectivamente 535 y 401. Y este año, y únicamente hasta octubre, de los 1.200 perros que entraron sólo 607 fueron adoptados, y de los 716 gatos que ingresaron 422 encontraron una nueva familia. Sí, las esperas se están incrementado.
Lo habitual es que los cachorros sean adoptados en unas pocas horas, y los pequeños y los medianos en menos de un mes. En la Rabassada se cuentan ahora 60 perros grandes que llevan un año esperando una familia. En las ciudades es muy complicado tener un perro grande. “Espero que este sea nuestro penúltimo invierno en la Rabassada, que las obras del nuevo centro de Montcada comiencen a finales del 2018. El nuevo centro contará con todas las comodidades integradas”.
El incremento de los abandonos supone que se prolonguen las estancias en los centros de acogida