Drácula en Barcelona
La colaboración de Christopher Lee con Jess Franco y Pere Portabella, en un documental
En 1969 pasaban cosas curiosas en Barcelona. Por ejemplo que Christopher Lee –entonces el Drácula por antonomasia– se acercará a la ciudad para rodar otra aventura del vampiro. En este caso a las órdenes de Jess/Jesús Franco, prolífico director de serie B hispana, decantado al erotismo salvaje (para la época) y al terror de mesa camilla (por los pocos recursos con los que contaba). Pere Portabella, enterado del asunto, pidió –y consiguió– rodar Cuadecuc, vampir de forma paralela al filme de Franco. Se podría decir que Cuadecuc vampiriza el filme de Franco, pues se alimenta completamente del rodaje de ese singular Drácula de Franco que se reclama (más) fiel al original que otros anteriores, en la línea de lo que años después haría Coppola. El filme de Portabella, por su parte, vive en otra dimensión. Es otra cosa. Experimental en sí misma, más propia de la Escuela de Barcelona, a la que Portabella estaba entonces adscrito. En blanco y negro saturado. Con momentos mudos y reflexiones integradas sobre el hecho mismo de filmar. Un filme que nació con voluntad desmitificadora y que no se estrenó hasta el año 2008.
De ambos rodajes paralelos, integrados, tan semejantes y tan distintos a la vez, surge Drácula Barcelona, documental de Carles Prats que esta noche –a las ocho– se proyecta en la Filmoteca. Una visión equidistante de aquellos dos curiosos rodajes coincidentes, donde el cine de explotación (Franco) se sitúa en la frontera del cine de arte y ensayo (Portabella). Nunca el cine experimental y el descaradamente comercial habían estado tan cerca. Y, a la vez, tan lejos.