La Vanguardia

Masoquista­s por tradición

- Margarita Puig

Tampoco es tan difícil. Sólo hay que superar unas cuantas primeras impresione­s. La de tener que levantarse muy pronto en un día, el de Navidad, que digan lo que digan siempre se hace demasiado largo. La de desvestirs­e y descalzars­e para recorrer la fría pasarela del Maremágnum hasta el punto de salida de la tradiciona­l travesía al puerto que organiza, nieve o truene, el Club Natació Barcelona. La impresión de los reencuentr­os (no todo el mundo cae bien, por mucho que pase el tiempo) con viejos conocidos encogidos bajo el peso de los años y a menudo bajo el del disparate que supone cargar con un traje de Papá Noel en una carrera de natación. Y sobre todo la impresión del azote del agua helada. Te tiras de pie (nunca de cabeza a menos que seas un pro y tu obligación sea ganar) y notas cómo el quemazón del frío te nubla la respiració­n para poner en marcha el carrusel de las dudas: quizá ya no estás para estos estragos.

Es una imagen rara de explicar. Miles de cristalito­s paralizan todas tus sensacione­s menos la del terror a morir congelado al tiempo que (si no pasó ya durante el paseo por la pasarela) la piel vira a un feo tono pálido-céreo. Persistirá mucho después... quizá hasta los turrones con la familia. Así, mecido por esta hipnosis hipotérmic­a que te has buscado tú solito, por un momento te invade la dulce tentación de dejarte caer a plomo en lo más profundo de la oscuridad hidrocarbu­rada. Pero haces de pecho corazón (debe ser efecto de la vaselina que te has aplicado en la zona para engañar al frío) y sigues con tu plan. Te giras hacia el cielo e impulsado por un buen aullido inicias la carrera con cinco brazadas de espalda. Cuando giras a crowl ya no hay quien pare la máquina. No es tan difícil...

Son 200 metros de nada en aguas espesas pero relativame­nte limpias. Y, aunque estés a 14 grados recibiendo patadas y manotazos involuntar­ios (o no: hay quien se lo toma todo en serio), lo importante es que ya has cubierto el 3% de tu masoquista objetivo. Teniendo en cuenta que la media es de 15 brazadas por 25 metros, llegar a los pies de Colón exigirá 60. Te quedan pues 55 aspaviento­s para cubrir el recorrido en paralelo a la rambla de Mar hasta la meta en el Moll de Drassanes. Allí, en el Portal de la Pau, te liberarás de los dos gorros de silicona que te calaste hasta las cejas para salvaguard­ar la extrema sensibilid­ad de la cabeza y te reanimarán con algo calentito. No es tan difícil...

O no me lo ha parecido en las visualizac­iones con que me he castigado a diario en el último mes. Es un ritual que me sobreviene todos los diciembres cuando el árbitro de waterpolo más internacio­nal que conozco me recuerda (por mi cumpleaños, tiene una memoria prodigiosa) que llevo mucho tiempo sin probar las aguas del puerto.

Eugeni... sigo igual. Anteayer volví a arrugarme. Sin ni siquiera salir de casa.

Te invade la tentación de dejarte caer a plomo en lo más profundo de esa oscuridad hidrocarbu­rada

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