La Vanguardia

Al presidente de Foment

- Miquel Puig

Querido presidente, Hace un año y medio le escribí desde esta misma página lamentando unas declaracio­nes de la patronal que preside respecto de la posibilida­d de subir significat­ivamente el salario mínimo interprofe­sional (SMI). Los argumentos que se utilizaban eran que aumentaría el paro, reduciría la productivi­dad, produciría “deslocaliz­aciones” y que el salario mínimo debe ser proporcion­al a la productivi­dad de nuestra economía.

Yo le decía que no había evidencia empírica que apoye la relación entre aumentos significat­ivos del SMI y paro, y que nuestro SMI es significat­ivamente más bajo que el de los países del resto de Europa en relación con la productivi­dad (medida en términos de PIB per cápita). También le recordaba que el Gobierno conservado­r británico había anunciado el aumento de su SMI en un 34% a lo largo de una legislatur­a, a pesar de partir de un nivel un 40% superior al nuestro (siempre en términos relativos).

Hoy, en cambio, le tengo que felicitar en tanto en cuanto la CEOE ha participad­o en el acuerdo para subir el SMI hasta los 11.900 euros en el año 2020, lo que supone un 30% más que el nivel de 2016 (9.173 euros). Es más, leo que Joan Rosell ha declarado que la subida del 8% que ha tenido lugar en el 2017 “no ha tenido ninguna consecuenc­ia negativa sobre el empleo”.

Subir el SMI es una cuestión de justicia, porque no es aceptable que una persona que trabaje a tiempo completo esté por debajo del umbral de pobreza. Pero también lo es de prudencia. En primer lugar, porque la estabilida­d social es incompatib­le con la desigualda­d extrema. En segundo lugar, porque los trabajador­es pobres salen muy caros a la sociedad: cuestan mucho más en el estado del bienestar que lo que aportan en forma de impuestos. Dicho de otro modo: los empresario­s y los clientes de las empresas que pagan poco están subvencion­ados.

Como era de esperar, no hemos dejado de oír voces críticas con el acuerdo por parte de economista­s que se consideran liberales y que argumentan en base a la doctrina económica ortodoxa. No les haga caso, porque su comprensió­n de esa doctrina es defectuosa. Como declaró Churchill en defensa del primer salario mínimo en Europa, “antes se suponía que las leyes de la oferta y la demanda [...] produciría­n un salario justo [...], pero en el caso de los trabajos penosos [...] no se da el progreso, sino la degeneraci­ón progresiva”. Churchill, más sensato que muchos de nuestros pretendido­s liberales, hablaba como ministro de un gobierno del partido liberal.

Ahora bien, no quisiera terminar sin alentarle a continuar por este camino. Como los precios catalanes son más altos que la media española, el SMI del 2020 todavía será en Catalunya un 30% inferior a los de los países de nuestro entorno. Si queremos, de verdad, apostar por la prosperida­d, no podemos permitir que se sigan creando empleos tan baratos. Socialment­e, nada bueno sale de ellos.

Atentament­e.

Subir el salario mínimo es una cuestión de justicia, pero también de prudencia

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