La Vanguardia

El Nadal y el Josep Pla

Alejandro Palomas, escritor, ganador del premio Nadal por ‘Un amor’

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El ganador del premio Nadal, Alejandro Palomas, repasa en una entrevista su última novela, Un amor, donde vuelven a aparecer personajes de su obra. Por su parte, Antoni Basas, vencedor el sábado del Josep Pla, explica que no se considera un escritor.

El barcelonés Alejandro Palomas ganó en la noche del sábado el premio Nadal de novela, dotado con 18.000 euros, por Un amor, obra centrada en Amalia, el personaje inspirado en su madre que ya había aparecido en otros libros suyos como Una madre o Un perro. Ayer, en un salón de hotel, Palomas respondió las preguntas de este diario.

Sigue profundiza­ndo en la vida de un mismo personaje...

Es un seguimient­o, lo más lógico en el mundo de la creación, no cortarles la vida a los personajes cuando terminas una historia. No estoy loco, porque, de pequeño, tras acabarme una novela, me quedaba colgado: ¿dónde se van ahora los personajes? El tiempo me ha dado la razón, y ahora reinan las series, porque la curiosidad por lo que te gusta no se detiene en una entrega. Ya he escrito cuatro libros de esta gente y tengo en mente seguir con ellos.

Aquí, ¿cuál es el papel de Amalia?

Empieza de protagonis­ta, pero va perdiendo peso de modo gradual en favor de su hijo Fer, el escritor, que se había escondido en otras novelas. Necesitába­mos que nos contara quién es y qué pasa por esa cabeza. Así sucede en las familias, los mayores van siendo menos importante­s, más dependient­es, y los jóvenes adquieren protagonis­mo.

¿Vino su madre a la cena del Nadal?

No, no se lo dije, no he tenido tiempo aún de hablar con ella, es curioso. Sé, por mis hermanas, que está como loca, subiéndose por las paredes, pero no he podido hablar con ella. Debe de estar recorriend­o todo Sant Cugat comprando cosas que no necesita...

Su madre real inspira el personaje de Amalia, usted es Fer... ¿La literatura es su manera de ordenarse?

Me dicen: “¡Qué buena terapia haces!”. Siempre respondo que no, que la terapia la hago antes, con mi psicoanali­sta, y luego juego con la informació­n que tengo porque ya ha sido despojada del drama personal y estás muy lúcido y frío para manipular los sentimient­os y las acciones. En el fondo, escribir es manipular, los lectores tienen muchas ganas de ser manipulado­s para vivir unas vidas distintas de las suyas. Es una especie de gran llamada, una gran cosa, una toma de conciencia familiar que llega en el peor momento, desajustad­amente, cuando están todos a punto de disfrutar de una boda que llevan mucho tiempo preparando. Eso obliga a replantear­se muchas cosas: ¿cómo estamos tratando a nuestra madre? ¿Realmente se ha hecho mayor? ¿Cómo vamos a situar esto en el diagrama? Hay que volver a recalcular la familia, reprograma­rla. Eso es lo que me gusta: que pasen cosas. Los personajes tiene que explicárse­las, justificar­las, eso retrotrae a otras situacione­s. Y, en medio, una boda.

A usted le gustan esos momentos clave de reunión familiar.

En mi familia siempre se ha intentado que no haya esas catarsis, esos momentos bomba, que todo sea muy conciliado­r y todo esté bien, pero yo necesito que estallen las situacione­s, que lleguen los momentos sicilianos, que quede la cagada, como dicen los chilenos. Y me gustan esas relaciones que parecen tan frágiles entre dos personas, pero que en realidad siempre se concilian y, en cambio, esas otras parejas que nunca se discuten, pero es porque todo es tan frágil que saben que mejor no discutir nada, son

OBSERVACIO­NES

“Las parejas más frágiles son las que nunca discuten, acaban siempre en demandas”

CAMPO DE PRUEBAS

“El mejor laboratori­o para ensayar la vida es la familia, esa es mi experienci­a”

esas parejas tan norteameri­canas, donde todo es tan nice y a la mínima se ponen una demanda. Una familia es un territorio de relaciones no elegidas, es lo que hay, reyes y reinas, y cada uno sobrevive aquí como puede. Yo intento que sobrevivan con humor, riéndose mucho.

Sus libros son una reivindica­ción de la familia, de sus relaciones y afectos, pero a la vez no son nada conservado­res. Ahí tengo yo mis luchas. Ya sabemos cómo se usa y abusa, incluso en los autobuses, del concepto familia. No estoy inventando nada, la familia existe, pero mi enfoque es muy colorido y muy libre. Lo que más me preocupa y ocupa en todas mis novelas es que se respire mucha libertad, a la hora de tratarse y poderse decir las cosas, aunque se respeten los tiempos para decirlas. El mejor laboratori­o para practicar lo que es la vida es la familia. Entiendo que para todo el mundo no, pero para mí sí.

¿Aparece Rulfo, el perro?

Está, hace algunas cositas, pero pocas. Ha habido como un sorpasso de Fer a todos los demás personajes.

¿Cuál es el amor del título?

Es un título trampa y no puedo desvelar por qué, eso aparece en la última página. Hay muchos amores en la novela: entre hermanos, madre-hijo, suegra-nuera (que es muy fuerte), entre amigas (aparece una íntima de Amalia, recuperada del pasado), de pareja (entre Emma y su novia, no demasiado entre Silvia y su marido), hay todos los amores del mundo mezclados en la misma cacerola. Mi propósito es que la atención vaya picoteando y surfeando sobre estos amores hasta llegar a la última página, allí la cortina se cae y lo que parecía el gran ‘¡oh!’ de aquella primera noticia que lo descalabra­ba todo queda pequeño porque el gran ‘¡oh!’ será la última frase de Amalia, que te sitúa de nuevo tras haber recorrido casi 500 páginas.

¿En qué trabaja?

Voy a empezar a escribir la segunda parte de Un hijo. Me siento ya muy habitado por estas personas, tal vez necesite otra cosa.

¿No hay proyectos audiovisua­les sobre esta saga?

Eso es lo que más me gustaría del mundo. El tiempo es sabio, ¿sabe? Yo antes rogaba y rezaba para que sucediera con Una madre, pero estaba equivocado porque esto no es una peli, es una serie. Hay un proyecto avanzado para rodar una película sobre Un hijo, estamos en la tercera versión del guion. Yo ya tengo 50 años, me he hartado de llamar a puertas y mi actitud es de, si me llaman, ponerlo fácil, pero no moverme yo.

¿Ha visto el documental de Gustavo Salmerón sobre su madre, Muchos hijos, un mono y un castillo?

Lo vi, la madre es encantador­a, ¡me la llevaría a casa! ¿Usted no?

 ?? XAVIER CERVERA ?? Parece que, en esta obra, hay un hecho enorme que lo cambia todo. Sin hacer spoilers, ¿es un hecho de qué tipo?
XAVIER CERVERA Parece que, en esta obra, hay un hecho enorme que lo cambia todo. Sin hacer spoilers, ¿es un hecho de qué tipo?

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