Príncipes rebeldes
Protestas contra la decisión de cobrar la luz a miembros de la realeza
Las autoridades de Arabia Saudí detienen a un grupo de miembros de familias de la realeza que han protagonizado protestas contra el régimen.
Hay facturas del gas y de la luz capaces de rebelar a un príncipe saudí. Once de ellos se manifestaron ayer en la capital de Arabia para protestar contra la decisión de que la realeza pague de su bolsillo, de ahora en adelante, los recibos de consumo doméstico. Esa es, por lo menos, la primera versión del Ministerio de Justicia.
Según otra versión, acaso más creíble, el motivo de la concentración de protesta –junto al histórico palacio de Qasr al-Hoqm, en Riad– sería la solicitud de una compensación por la ejecución de otro príncipe saudí, Turki Bin Saud al-Kabir –primo de los manifestantes– en el 2016. Aquella decapitación fue sonada por ser la primera de un miembro de la familia real desde el ajusticiamiento del asesino del rey Faisal.
El piquete principesco se encuentra detenido en el presidio de al-Haer. Su protesta es sensible para el príncipe heredero, Mohamed bin Salman, porque su padre, el rey Salman, no quiso interferir en su día en la decisión judicial –el padre de la víctima se negó también aceptar una reparación económica a cambio de perdonar al príncipe al-Kabir por haber matado a su hijo en una reyerta no aclarada–.
El régimen saudí, después de varios meses intentando forzar el cierre del canal qatarí Al Yazira, al que considera subversivo, ha optado por imitar su habilidad mediática. Y no ha encontrado nada mejor para descalificar a los once príncipes díscolos, en plena cuesta de enero. Una subida particularmente empinada en el 2018, a causa de las nuevas tarifas al consumo. Así, el combustible aumenta de una tacada entre un 80% y un 125% hasta unos asequibles 31 céntimos de euro por litro, un céntimo más que en Irán.
El número de ejecuciones en Arabia Saudí bordea o supera en los últimos años el centenar y medio anual. La designación al trono de Mohamed bin Salman, en el verano pasado, no ha supuesto ningún cambio en el ritmo de decapitaciones en la plaza de Riad designada a tal efecto. Tampoco en los motivos habitualmente señalados: tráfico de drogas, asesinato y, en un número difícil de cuantificar, disidencia política.
El príncipe Bin Salman es un arma cargada de futuro, que apunta a Irán, en una maniobra de alto riesgo que Estados Unidos e Israel siguen muy de cerca. Además de bombardear a los yemeníes, Mohamed bin Salman dice cosas de gran calibre, en calidad de ministro de Defensa, como que Teherán a lo que aspira es a apoderarse de La Meca, por lo cual está dispuesto a empezar antes la guerra en territorio iraní. También dice que lo que había antes en Arabia Saudí –antes de su padre, se entiende– era como un viejo modelo de Nokia mientras que él quiere convertir la península arábiga en un teléfono inteligente de pantalla acerada.
En Arabia Saudí dos de cada tres empleos son públicos y la caída del precio del petróleo respecto a sus máximos de hace unos años ha reducido sustancialmente los ingresos públicos y disparado el déficit. De ahí que, desde esta semana, los saudíes –que no pagan impuestos directos– disfruten por primera vez del IVA: un modesto 5%. Aunque algunas pagas extras, congeladas por la austeridad, han vuelto.
Mientras tanto, los rebeldes hutíes declaraban ayer haber derribado un avión Tornado de la coalición árabe que los bombardea. Riad –que sin embargo habla de accidente– asegura que los dos pilotos están a salvo.
Human Rights Watch denuncia que quien también se encuentra incomunicado, desde hace cuatro meses, es el predicador reformista Salman al Auda, que destacó por ser el único en Arabia Saudí del lado de las primaveras árabes y por publicar un libro –enseguida prohibido– defendiendo la democracia y la separación de poderes en Arabia.
Los rebeldes hutíes dicen haber abatido un Tornado de la coalición árabe en Yemen