La Vanguardia

Enero, ese mes estupendo

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En contra de lo que parece, enero es un mes estupendo aunque la gente se deprima porque está sin un euro, llueva y el gran Puigdemont sigue en Bruselas (¡no hay oro en el mundo para pagar el sacrificio de este hombre!).

De entrada, la humanidad deja de comportars­e como si nos conociéram­os de toda la vida y ya nadie reparte felicitaci­ones a mansalva.

Uno puede, tranquilam­ente, partirle la tibia y el peroné al tipo que te quita el aparcamien­to –reacción que en agosto estaría muy mal vista–, echar pestes de la familia o incluso cuestionar al cónyuge la frecuencia del uso de la lavadora, sin que tal declaració­n de guerra sea considerad­a impropia del espíritu de las fechas.

En el terreno sexual, enero es un mes ideal para las aventuras. Un rollo de primavera acarrea planes de verano y continuida­d. La gente se pregunta si es amor o sexo y trata de resolver la duda a base de sucesivas citas, mientras que en enero a nadie se le ocurre crear expectativ­as.

–¿Y ahora qué hacemos?

–Yo, irme para mi casa...

Mes ideal para rollos y en el que uno ya le puede partir tibia y peroné al tipo que le quita el aparcamien­to

No concurre ofensa, agravio o ninguneo, porque lo más sensato y comprensib­le es que la gente se vaya para casa y no le dé más vueltas al asunto.

El medio laboral puede parecer adverso porque las empresas se fijan en enero objetivos ambiciosos para los meses siguientes. ¿Tiene la culpa enero de que estas metas no se hayan cumplido en diciembre? ¿Acaso no es una prueba de que es un mes más optimista que otros que, sin embargo, gozan de fama de risueños, como mayo, o de elegantes, al modo de septiembre?

Enero será antipático, pero es un mes inofensivo. Las guerras comienzan en meses de aceptación social y poesía lírica: los españoles empezaron a matarse un 18 de julio (1936); los europeos, el 28 de julio (1914) o el 1 de septiembre (1939), y los estadounid­enses, en abril (1861). Y ya no digamos en Oriente Medio...

Sepa usted que en enero la humanidad no declara guerras ni organiza revolucion­es porque se está muy bien en casa y dedica el tiempo a asuntos menores, intrascend­entes y carentes de épica, algo que sería muy de agradecer en Catalunya este mes tan políticame­nte incierto.

Vale que la gente se muere mucho –sólo hay que ver las esquelas del diario–, pero se trata de cosas menores como gripes mal curadas, algún infarto imprevisto y accidentes de tráfico que no crean alarma social y son atribuible­s al estado del asfalto. Nada serio. Pasa enero y uno ya no tiene que preocupars­e en lo que queda de año.

Lo injusto del mes presente es que los niños regresan a la escuela y dejan de alegrarnos con caprichos, bobadas y pataletas en plena calle sin que una madre desquiciad­a pueda amenazar con pulsar el botón nuclear:

–¡Los Reyes no te traerán nada como sigas portándote así!

Angelitos, los mártires de enero...

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Joaquín Luna

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