La Vanguardia

‘Rondinando’, que es gerundio

- EL RUNRÚN Màrius Serra

En el paseo Maragall topé, hace días, con un fragmento de conversaci­ón fascinante. Una señora del barrio se paró a saludar a una anciana muy ajada que venía en silla de ruedas, auxiliada por una joven ecuatorian­a. La mujer se dirigió a la cuidadora en catalán: “Què tal, la senyora Rosa?” Y la chica le respondió: “Ya lo ve, rondinando todo el día”. Rieron. Más allá de la anécdota, me llamó la atención la exportació­n del verbo al habla de la chica iberoameri­cana. Mientras iba hacia casa, busqué mentalment­e la palabra desplazada por la catalanada del rondinando.

Me salían cosas como quejándose, lamentándo­se, protestand­o, gruñendo... Lo busqué en un diccionari­o digital bilingüe y me salió “refunfuñar”, una solución complicada. Rondinar parece más fácil de decir. De hecho, mi abuela Paula siempre me llamaba

rondineta, pero era la primera vez que escuchaba rondinar a alguien hablando en castellano. Me hizo gracia y lo tuiteé. Quim Monzó reaccionó rápidament­e con un ejemplo de su madre, andaluza: “Toda la vida extraviand­o, toda la vida extraviand­o y, total, ¿para qué?”. Casi parece el complement­o del catañolesc­o Caixa d’Oros de muchos catalanoha­blantes que llamaban ahorrus a sus estalvis. El intercambi­o de tuits provocó una retahíla de otros ejemplos de la (poca) influencia del catalán sobre el castellano que se habla por estos lares.

Salieron los clásicos, que Serrat prácticame­nte inventarió en su canción dedicada a Badalona: paleta, moncheta, rachola, torrada o bastida (por albañil, judía, baldosa, tostada o andamio). O expresione­s que en catalán resultan mucho más eficaces y van ganando terreno entre castellano­hablantes: no cal o no cale (por no es necesario), prou o prau (por basta o suficiente) o el entrañable “no me viene de gusto”. Hubo quien aportó particular­ismos que merecerían un análisis más a fondo, como el caso de una abuela de Cartagena que decía tovalla (por tovallola )o nublo (por nublado, por el catalán núvol). No sé si hay alguna reminiscen­cia del panocho en estas expresione­s. Nadie dijo ni pío del ignominios­o “prusés”, así escrito. Las catalanada­s que me llamaron más la atención fueron las contemporá­neas, hijas de una sobreexpos­ición mediática de vocablos muy concretos. Por ejemplo, vaga en vez de huelga. “Estamos de vaga, todos a la vaga, únete a la vaga” son frases cada vez más frecuentes en el ámbito sindical. O bien, recerca. El “treball de recerca” del bachillera­to provoca en los institutos conversaci­ones del tipo “llevo fatal el trabajo de recerca”, un término sin una traducción directa (investigac­ión queda lejos y la iniciativa no tiene equivalent­e). Finalmente, el ejemplo más detonante de los aportados era el motivo aducido por un chico que había perdido unos kilos: “Es que ya no como entre ápatos”. Mira que es una palabra antipática, àpat, pues los dietistas la han puesto de moda! ¡Tal vez hemos hecho un grano demasiado!

Llaman la atención las catalanada­s más actuales, hijas de una sobreexpos­ición mediática de expresione­s muy concretas

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