‘Rondinando’, que es gerundio
En el paseo Maragall topé, hace días, con un fragmento de conversación fascinante. Una señora del barrio se paró a saludar a una anciana muy ajada que venía en silla de ruedas, auxiliada por una joven ecuatoriana. La mujer se dirigió a la cuidadora en catalán: “Què tal, la senyora Rosa?” Y la chica le respondió: “Ya lo ve, rondinando todo el día”. Rieron. Más allá de la anécdota, me llamó la atención la exportación del verbo al habla de la chica iberoamericana. Mientras iba hacia casa, busqué mentalmente la palabra desplazada por la catalanada del rondinando.
Me salían cosas como quejándose, lamentándose, protestando, gruñendo... Lo busqué en un diccionario digital bilingüe y me salió “refunfuñar”, una solución complicada. Rondinar parece más fácil de decir. De hecho, mi abuela Paula siempre me llamaba
rondineta, pero era la primera vez que escuchaba rondinar a alguien hablando en castellano. Me hizo gracia y lo tuiteé. Quim Monzó reaccionó rápidamente con un ejemplo de su madre, andaluza: “Toda la vida extraviando, toda la vida extraviando y, total, ¿para qué?”. Casi parece el complemento del catañolesco Caixa d’Oros de muchos catalanohablantes que llamaban ahorrus a sus estalvis. El intercambio de tuits provocó una retahíla de otros ejemplos de la (poca) influencia del catalán sobre el castellano que se habla por estos lares.
Salieron los clásicos, que Serrat prácticamente inventarió en su canción dedicada a Badalona: paleta, moncheta, rachola, torrada o bastida (por albañil, judía, baldosa, tostada o andamio). O expresiones que en catalán resultan mucho más eficaces y van ganando terreno entre castellanohablantes: no cal o no cale (por no es necesario), prou o prau (por basta o suficiente) o el entrañable “no me viene de gusto”. Hubo quien aportó particularismos que merecerían un análisis más a fondo, como el caso de una abuela de Cartagena que decía tovalla (por tovallola )o nublo (por nublado, por el catalán núvol). No sé si hay alguna reminiscencia del panocho en estas expresiones. Nadie dijo ni pío del ignominioso “prusés”, así escrito. Las catalanadas que me llamaron más la atención fueron las contemporáneas, hijas de una sobreexposición mediática de vocablos muy concretos. Por ejemplo, vaga en vez de huelga. “Estamos de vaga, todos a la vaga, únete a la vaga” son frases cada vez más frecuentes en el ámbito sindical. O bien, recerca. El “treball de recerca” del bachillerato provoca en los institutos conversaciones del tipo “llevo fatal el trabajo de recerca”, un término sin una traducción directa (investigación queda lejos y la iniciativa no tiene equivalente). Finalmente, el ejemplo más detonante de los aportados era el motivo aducido por un chico que había perdido unos kilos: “Es que ya no como entre ápatos”. Mira que es una palabra antipática, àpat, pues los dietistas la han puesto de moda! ¡Tal vez hemos hecho un grano demasiado!
Llaman la atención las catalanadas más actuales, hijas de una sobreexposición mediática de expresiones muy concretas