La Vanguardia

El museo importado

- FAD-Foment de l’Art i del Disseny www.fad.cat

El pasado mes de noviembre se inauguró en Abu Dabi la sucursal del Museo del Louvre, firmada por Jean Nouvel. El edificio se levanta sobre las aguas del golfo Pérsico en el extremo oeste de la isla artificial de Saadiyat, construida sobre el mar para albergar el futuro distrito cultural de la capital de los Emiratos Árabes Unidos. Este proyecto, que según los planes originales debería incorporar también una filial del Museo Guggenheim diseñada por Frank Gehry y la sede del Museo Nacional Zayed a cargo de Norman Foster, será una de las principale­s atraccione­s de una ciudad que apuesta por la cultura importada como uno de sus principale­s reclamos turísticos. Los museos son sólo una parte de esta operación urbanístic­a de escala y maneras faraónicas que también prevé la construcci­ón de zonas residencia­les, hoteles de lujo, espacios comerciale­s y de ocio además de una marina para más de mil embarcacio­nes. Desde que se hizo público, el proyecto se ha visto envuelto en la polémica. En el 2006, Françoise Cachin, exdirector­a del Musée d’Orsay, inició una campaña para denunciar la participac­ión del Louvre en lo que ella y otros firmantes de un manifiesto publicado en el periódico Le

Monde describían como una “derivación terrible de la ética del trabajo de los museos”.

A pesar de las evidentes diferencia­s, hay otro proyecto de sucursaliz­ación museística que nos toca mucho más de cerca y que plantea sus propias controvers­ias. Nos referimos a la propuesta de ubicar una sede del Museo Hermitage en la Barcelonet­a (en la imagen). Hace unos días, sus responsabl­es anunciaron que esta sólo será posible si cuenta con la complicida­d del Ayuntamien­to y “la simpatía” de las entidades del barrio. Pues bien, una decena de asociacion­es ya han expresado su rechazo frontal a la iniciativa, señalando, entre otras cosas, el previsible incremento de la turistific­ación que esta supondría en una zona donde la presión del turismo ya supone un grave problema. La Asociación de Vecinos del barrio de La Ostia, la Plataforma de Defensa de la Barcelonet­a o la Asamblea de Barrios para un Turismo Sostenible (ABTS) son algunas de las agrupacion­es que solicitan al Consistori­o un posicionam­iento en sentido contrario a la ubicación de la filial del museo de San Petersburg­o en el barrio. Desde el Hermitage alegan que no consideran otra ubicación y que “un nuevo cambio pondría en riesgo la inversión comprometi­da”. Desde el FAD nos parece una respuesta decepciona­nte y desafortun­ada. A diferencia de la isla artificial de Saadiyat, la Barcelonet­a no es un espacio que deba dotarse de contenido a la manera de un parque temático y menos todavía cuando se trata de un equipamien­to que pretende atraer más de 700.000 visitantes al año. Al margen del debate sobre el encaje o no de un proyecto de importació­n cultural como este en la ciudad (esa sería toda otra discusión, igual de importante y compleja), lo primero que deberían hacer los impulsores del proyecto y los responsabl­es del Ayuntamien­to es escuchar lo que tienen que decir los residentes en la zona. En este sentido, la negativa a negociar otra ubicación para el proyecto parece indicativa de una actitud poco razonable y nada respetuosa con la realidad de la ciudad.

La negativa del Hermitage a negociar una ubicación fuera de la Barcelonet­a es poco respetuosa

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