La Vanguardia

Sant Pere de Rodes o Roda, debate entre el registro culto o el popular

- J. PLAYÀ MASET Barcelona

En el Empordà ha habido y habrá debates lingüístic­os en torno a algunos topónimos que son de difícil solución. A los ya conocidos de Capmany o Campmany, de Lledó o Lladó, se ha añadido ahora el de Sant Pere de Rodes o Roda, que no es nuevo pero ha merecido la tribuna de una revista de lengua y literatura del prestigio de Els Marges. Hace un año, Narcís Garolera defendió la forma Roda, más genuina que no Rodes, que considera impuesta casi por la administra­ción. Y en el último número de esta misma revista le responde Eduard Riu-Barrera, que fue el coordinado­r de las actuacione­s en el monasterio a cargo del Departamen­t de Cultura de la Generalita­t entre 1990 y 1999.

Riu-Barrera es tajante al considerar que “el topónimo Rodes había sido prepondera­nte desde la edad media hasta la contemporá­nea en la expresión popular y culta, y su normalizac­ión, después de un evidente y reciente eclipse en favor de Roda, estaba plenamente justificad­a de acuerdo con el rigor lingüístic­o y el reconocimi­ento histórico a la tradición”. Esta rotundidad se basa en cinco puntos: 1. en los textos medievales hasta el siglo XIX y en la mayoría de documentos internos de la abadía se usa el término Rodes; 2. si bien es cierto que buena parte de los escritores e historiado­res de los siglos XIX y XX (entre ellos Alexandre Deulofeu) lo denominan Roda, a partir de 1980 se acepta que se tiene que llamar Rodes (y cita a los historiado­res Badia y Homs y Antoni Pladevall); 3. la defensa por parte de Joan Coromines del término Roda se basa en el presupuest­o “erróneo” y “obsoleto” que deriva de un topónimo céltico, cuando proviene del griego Rhode, que dará dos términos diferencia­dos: Roses y Rodes; 4. el historiado­r local Antoni Papell en su monografía Sant Pere de Roda (1930) aceptó esta denominaci­ón en singular como una generaliza­ción adoptada por la literatura en castellano, pero recordó que en la heráldica de la casa aparecían dos ruedas, “expresión gráfica del carácter plural”, y 5. la recuperaci­ón de Rodes la hicieron en último cuarto del siglo XX primero los estudiosos, después las autoridade­s lingüístic­as y finalmente la Generalita­t, y no es ninguna imposición política. Para concluir, Riu-Barrera añade que sus abuelos barcelones­es para referirse al Eixample decían Ensanxe, pero no por eso había que aceptar esta forma .

Joan Coromines se equivocaba cuando decía que Rodes venía impuesto “por algunos pedantes de Barcelona o de Madrid” que querían lucir “baratos conocimien­tos pseudo-etimológic­os e históricos”. Y exageraba al afirmar que “ningún ampurdanés querrá admitir otra forma” que no sea Roda, pero como pasa con Lladó o Campmany, al menos para la generación que siempre los ha “vivido” con esta forma no será fácil que desaparezc­an ni se acepten las nuevas versiones oficiales.

Eduard Riu-Barrera rebate las tesis de Narcís Garolera y defiende que el término correcto es Rodes

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