La Vanguardia

El nombre del partido

- Quim Monzó

La reciente propuesta del líder de Podemos, Pablo Iglesias, de actualizar el nombre de su partido de cara a las próximas elecciones ha despertado el acerado interés de Quim Monzó: “Este año los profesiona­les del naming tendrán faena. En España, lo de Podemos, pero en Francia nos encontramo­s con el caso del Frente Nacional. El domingo, su presidenta, Marine Le Pen, anunció que ese nombre también les representa un lastre”.

Durante el congreso fundaciona­l de Podemos, Pablo Iglesias pronunció la frase totémica que durante años ha mantenido viva la fe de sus seguidores: “El cielo no se toma por consenso: se toma por asalto”. Es una propuesta con tradición, que a lo largo de los tiempos han utilizado románticos y comunistas, Hölderlin y Marx incluidos. Pero la realidad, la cruda realidad para Podemos, es que de momento lo único que han tomado es el entresuelo, y aún gracias. Cuatro años después de aquel fervor post-15-M les toca replantear­se el futuro. Los malos resultados conseguido­s en las elecciones del 21-D por su sucursal catalana, las purgas internas... En todos los sondeos Podemos pierde votos de forma alarmante y hace tiempo que sus franquicia­s regionales entran en combate con nombres que omiten el original y se conjugan con los verbos ganar o cambiar .Oconel adjetivo común, como en el caso de Catalunya. Por eso han decidido solucionar el problema. ¿Cambiando la forma de funcionar para convertirs­e en un partido menos vertical, más de acuerdo con lo que prometían?

Ni hablar. Demasiado arriesgado. Es más cómodo cambiar de nombre y listos. Como Podemos ya está quemado, buscarán otro. Nació a rebufo de la oleada de ilusión que en el 2008 llevó a Obama a la presidenci­a de Estados Unidos. Su “Yes we can!” fue utilizado, manipulado y distorsion­ado en medio mundo: “Sì, noi possiamo!, “On peut le faire!”, “Sím, nós podemos!”... Uno de los resultados de ese fervor obamiano fue el Podemos de Pablo Iglesias. Pero pocos años después se ha convertido en un lastre. Es lo que pasa con las modas.

Este año los profesiona­les del naming tendrán faena. En España, lo de Podemos, pero en Francia nos encontramo­s con el caso del Frente Nacional. El domingo, su presidenta, Marine Le Pen, anunció que ese nombre también les representa un lastre: “Si un nombre contiene una carga que puede suscitar temor, o una carga emocional demasiado fuerte, y parece que este es el caso de Frente Nacional, no hay que dudar en darse los medios para la victoria”. Traducción: Frente Nacional da miedo y si quieren que se los acepte como partido de gobierno, susceptibl­e de establecer alianzas, tienen que conseguir que aquellos otros partidos que podrían aceptar ir de su mano no se priven por algo tan fútil como el nombre. Lo que importa de verdad es el poder, considera la señora Le Pen. Y como no quiere perder más tiempo por dos palabritas, pide a sus militantes que propongan uno nuevo. El 11 de marzo se reunirán en congreso, harán públicos los nombres propuestos y los militantes votarán cuál de todos les parece más chupi.

En la memoria quedará para siempre el mejor nombre de partido de la historia reciente: Grupo Independie­nte Liberal, que en 1991 fundó el gran Jesús Gil y Gil y que usaba las siglas GIL. Él sí que no se planteó nunca cambiarle el nombre. Lamentable­mente, el partido desapareci­ó en el 2007, tres años después de que muriera su líder indiscutid­o, que en paz descanse. Siempre se van los mejores.

Este año los profesiona­les del ‘naming’ tendrán trabajo: rebautizar a Podemos y al Frente Nacional

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