Alguien no se entera de qué va el Brexit
Farage insiste en un pacto a medida que permita a Londres rechazar trabajadores de la UE pero mantener sus ventajas
Autoproclamado embajador del Brexit, Nigel Farage se entrevistó ayer con el negociador europeo del Brexit, Michel Barnier, para “defender” a los 17,4 millones de británicos que votaron a favor de salir de la Unión Europea y que –según él– no desean ni periodos transitorios como los que negocia su Gobierno ni más retrasos para irse del club, del que el anterior líder del UKIP, por cierto, sigue cobrando como eurodiputado a pesar de su absentismo. A pocos días de que Bruselas y Londres se sienten a hablar de la transición y el acuerdo comercial futuro, el grupo proeuropeo Open Britain consideró las gestiones de Farage tan útiles como “enviar a un pirómano a apagar un fuego”.
“Barnier no se ha enterado de qué va el Brexit”, concluyó el siempre sonriente Farage a la salida de la entrevista, a la que Barnier accedió como muestra de que sus puertas están abiertas a todos los implicados en el Brexit. “No ha entendido que la inmigración masiva fue la razón principal” de la gente para decir no a la UE, proclamó. Y, a renglón seguido, exigió un acuerdo que permita a las empresas británicas ofrecer sin trabas sus servicios, en especial los financieros, en el mercado interior europeo (511 millones de consumidores). Si los Veintisiete no ceden en este punto, “las posibilidades de irnos sin un acuerdo aumentarán”, advirtió, siempre según la premisa de que la UE sufrirá más que el Reino Unido en esa situación, que haría resucitar las antiguas barreras arancelarias y regulatorias. Diferentes análisis económicos refutan esta tesis.
Para las instituciones europeas, las demandas de Farage ponen de manifiesto hasta qué punto algunos partidarios del Brexit no se quieren enterar de lo que significa la principal línea roja de los Veintisiete en esta negociación: la indivisibilidad de las cuatro libertades de la UE (personas, mercancías, capitales y servicios). Si el Reino Unido quiere cerrar sus fronteras y no recibir trabajadores intracomunitarios, como ha dicho su Gobierno, no debe esperar beneficiarse del resto de ventajas. No puede haber cherry picking, no pueden picotear, elegir lo que les interesa y dejar de lado lo que no, se ha dicho a los británicos sin descanso. Es parte del trato sobre el que se fundó el proyecto europeo hace 60 años y, también, su garantía de supervivencia, creen los Veintisiete. Su convencimiento sobre este punto explica la unidad exhibida hasta ahora frente al Brexit. “En el futuro haremos lo que sea necesario para mantenerla”, aseguró el presidente francés, Emmanuel Macron, en la cumbre de diciembre. A su lado, la canciller alemana, Angela Merkel, asentía.
El Gobierno británico pretende quebrar ahora esa unidad, explotando los diferentes intereses comerciales de cada país. Aunque dice haber asumido que debe renunciar a la libre circulación de servicios, bienes y capitales, Londres sigue buscando acuerdos a medida para que algunos sectores (automóviles, finanzas...) puedan seguir operando como si el Brexit no hubiera ocurrido. El anuncio de Barnier, a finales del 2017, de que la UE no contempla incluir los servicios financieros en el futuro acuerdo bilateral cayó como una bomba. La al- ternativa que se les ofrece es la misma que a otros países terceros, un sistema de equivalencias regulatorias mucho menos ventajoso que el
pasaporte financiero que perderán cuando el 29 de marzo del 2019, en teoría, el Reino Unido abandone el club europeo.
La aviación comercial y las industrias química y farmacéutica están presionando a May para seguir bajo el paraguas regulador de la UE después del Brexit. Pero seguir sujeto a las normas comunitarias implicaría seguir sometido al menos parcialmente a la jurisdicción del Tribunal de Justicia de la UE, otra bestia negra de los brexiters. De acuerdo con el Financial Times, el Gobierno británico planea pedir a Bruselas que su sector farmacéutico siga siendo regulado por la Agencia Europea del Medicamento, a pesar de que el organismo dejará Londres para instalarse en Amsterdam en el 2019 y de que el país ya no tendrá nada que decir en sus futuras decisiones.
El Gobierno británico quiere seguir bajo el paraguas de la Agencia del Medicamento cuando deje la UE