Macron se alía con China para frenar el calentamiento de la Tierra
El presidente francés apoya las nuevas rutas comerciales de la seda hacia Europa
El presidente francés, Emmanuel Macron, según la transcripción fonética de su apellido en mandarín, es Ma Ke Long, que significa “el caballo que doma el dragón”, descubrimiento que no atenuará el alto concepto que el presidente francés tiene de sí mismo. Ese que le hizo afirmar, ayer, en el palacio Daminggong, de Xian, que su república y la gigantesca China deben “liderar juntos el problema del calentamiento climático”.
Más fuerte aún: “Si cuando el presidente Trump desertó del acuerdo multilateral Cop 21 (contra el cambio climático) China hubiera hecho lo mismo, yo habría dado por perdida la batalla”. Por el contrario, ahora no sólo se trataría de “presentar un frente común” en la próxima cumbre sobre el clima, prevista en Polonia a finales de este año, sino que ese liderazgo mutuo –Macron tradujo ese deseo en chino, para satisfacción del millar de espectadores– tendrá una expresión paralela en “un año franco-chino de la transición ecológica”, en el 2018-2019.
Otro gesto : el presidente repetirá esta visita cada año “para crear una relación de confianza”, una voluntad que coloca sus pasos sobre las huellas de Angela Merkel: la canciller alemana ha estado nueve veces en China desde el 2005.
Tampoco es casualidad que sus primeros pasos en China y su primer discurso hayan tenido lugar en Xian, antigua capital del imperio, y no en Pekín.
Por supuesto el presidente francés se plegó, con su esposa, a la protocolaria visita al legendario ejército imperial enterrado. Pero lo más importante era manifestar su entusiasmo por el más espectacular proyecto chino y tal vez mundial. Xian era el punto de partida de la mítica ruta de la seda y es por lo tanto el corazón de la recreación de ese viejo camino comercial.
Las nuevas rutas de la seda, que cuentan con un presupuesto que rozaría el billón de euros, tejen una cintura terrestre por Asia central y Rusia hasta Europa occidental, así como una ruta marítima, también hacia Europa y África, a través del océano Indico. El trayecto por 65 países incluye la construcción de carreteras, puertos y vías férreas.
Francia no se había manifestado aún sobre el proyecto, que gran parte de gobiernos europeos considera imperialista. Emmanuel Macron, a contracorriente como le gusta, no sólo declaró su entusiasmo ante la audacia de la idea sino que se mostró dispuesto a participar, especialmente en África, objetivo de enor- mes inversiones chinas y en donde Francia aún conserva influencia política y económica.
Hoy, en Pekín, Macron debería evocar con su homólogo Xi Jinping asuntos políticos, como Siria, Corea del Norte y los derechos humanos. El hueso del viaje, sin embargo, es económico, y la presencia del ministro de Economía, Bruno Le Maire, en la comitiva indica que el objetivo es regresar con medio centenar de contratos firmados que ayuden a rebajar el déficit comercial de Fran- cia con China. El 2016 se cerró con un déficit de 30.400 millones de euros, el doble del que tuvo Alemania.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos de Francia, China es el octavo socio económico de Francia y representa el 6% de los intercambios comerciales franceses.
En este marco, China se sitúa detrás de Alemania, Bélgica, Italia, España (6,4%) e incluso Estados Unidos. “Tras una fuerte progresión en el 2015 (+9,3%), los intercambios económicos y comerciales con China –puntualizó el Ministerio de Asuntos Exteriores francés– bajaron un 4,2% en el 2016”.
Francia ocupa un minúsculo 1,6% del mercado chino, del que es
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DESEQUILIBRIO
China invierte en Francia mucho más de lo que Francia invierte en China
el decimotercer proveedor. Destaca en ese sentido la aeronáutica, pero sobre todo por la presencia de Airbus, que en septiembre inauguró su segunda fábrica china. Los sectores franceses más fuertes en China son el agrario (vinos), los perfumes y la cosmética.
Por el contrario, las 700 sucursales de empresas chinas y de Hong Kong en territorio francés emplean a unas 45.000 personas. Las inversiones chinas superaron los 3.000 millones de euros el 2016 y el país es el segundo destino de esas inversiones en Europa, detrás del Reino Unido. Bajo control chino están varias y míticas propiedades vinícolas, la cristalería Baccarat y el aeropuerto de Toulouse.